La enfermedad se observó por primera
vez en Fort Riley, Kansas, Estados Unidos el 11 de marzo de 1918. Un
investigador asegura que la enfermedad apareció en el Condado de
Haskell, Kansas en enero de 1918. Los Aliados de la Primera Guerra
Mundial la llamaron Gripe española porque la pandemia recibió
una mayor atención de la prensa en España que en el resto del mundo,
ya que España no se vio involucrada en la guerra y por tanto no
censuró la información sobre la enfermedad.
Los científicos han empleado muestras
de tejido de víctimas congeladas para reproducir el virus para su
estudio. Dada la extrema virulencia del brote y la posibilidad de
escape accidental (o liberación intencionada) de la cuarentena, hay
cierta controversia respecto a las bondades de estas
investigaciones. Una de las conclusiones de la investigación fue que
el virus mata a causa de una tormenta de citocinas, lo que explica
su naturaleza extremadamente grave y el poco común perfil de edad de
las víctimas.
La tasa de mortalidad de la pandemia
de 1918/1919 no se conoce, pero se estima en el 2,5 - 5% de la
población de la Tierra de aquel tiempo, y que el 20% padeció la
enfermedad. La gripe pudo haber matado 25 millones de personas en
las primeras 25 semanas; como comparación, el SIDA mató 25 millones
en los primeros 25 años. Algunas estimaciones sitúan la cifra final
de muertos en más de 50 millones, puede que incluso 100 millones.
Se estima que en la India murieron 17
millones, aproximadamente el 5% de la población de aquella época,
alcanzando una mortalidad del 20% de la población en algunas zonas.
En el Ejército de la India, al menos el 22% de las tropas que se
enfermaron murieron. En los Estados Unidos, cerca del 28% de la
población padeció la enfermedad y de 500.000 a 675.000 murieron. En
Gran Bretaña murieron 200.000; en Francia más de 400.000. En Alaska
y Sudáfrica, murieron comunidades enteras. En Australia murieron
unas 10.000 personas y en las Islas Fiji murió el 14% de la
población en sólo dos semanas, mientras que en Samoa Occidental el
22%.
Tras registrarse los primeros casos
en Europa, al parecer en Francia, ésta pasó a España, un país
neutral en la guerra y que no censuró la publicación de los informes
sobre la enfermedad y sus consecuencias, de ahí que, pese a ser un
problema internacional, se le diera este nombre por parecer en las
informaciones de la época que era la única afectada. España fue uno
de los países más afectados con cerca de 8 millones de personas
infectadas en mayo de 1918 y alrededor de 300.000 muertes (a pesar
de que las cifras oficiales redujeron las víctimas a «sólo»
147.114).
En México, el estado más afectado por
esta epidemia fue el estado de Nuevo León, en el cual, del 1 de
octubre al 15 de diciembre murieron 5.015 personas, cuando la
población en el estado era de 336.000 habitantes.
Aunque la Primera Guerra Mundial no
causó la gripe, la cercanía de los cuarteles y los movimientos
masivos de tropas ayudaron a su expansión. Los investigadores creen
que los sistemas inmunes de los soldados se debilitaron por la
tensión del combate y los ataques químicos, incrementando las
probabilidades de contraer la enfermedad.
Un factor en la transmisión de la
enfermedad fue la cantidad de viajes de los combatientes. La
modernización de los sistemas de transporte posibilitó que los
navegantes propagaran más rápidamente la pandemia sobre un abanico
más amplio de comunidades.
Los remedios que adoptaban los
enfermos, muchas veces, eran caseros. Así, en el pueblecito burgalés
de Rabanera del Pinar, se trataban con las llamadas píldoras de la
O, jarabe, medicinas caseras, flor de malva, manzanilla o té.
El 27 de febrero de 2001 en PNAS
se reconstruyó por primera vez un virus de gripe con la secuencia
del segmento NS del virus de 1918 y con la secuencia de un virus
adaptado en ratones. Los investigadores reconstruyeron ese virus
quimera y evaluaron su virulencia.
Los investigadores que realizaron
este trabajo comprendieron que la clave para entender el potencial
de virulencia de una cepa de virus de gripe pasaba por estudiar su
patrón molecular y las características fenotípicas asociadas a su
secuencia genética, en otras palabras, la clave para entender la
virulencia de una cepa de gripe requiere manipular la secuencia
genética del virus y estudiar su comportamiento. La técnica
biomolecular que permite realizar tales estudios recibe el nombre de
Genética Reversa. La genética reversa se basa en la posibilidad de
"rescatar" un virus de novo a partir de la expresión de su
material genético. La expresión coordinada del genoma de un virus en
una célula usando vectores de expresión permite que se produzcan
todos los factores necesarios para la creación del virus.
Un equipo multidisciplinar,
capitaneado por el burgalés Adolfo García-Sastre, uno de los padres
de la genética reversa del virus de la gripe, se propuso en el 2003
la titánica tarea de encontrar las causas que propiciaron la
pandemia de virus de la gripe de 1918. Los investigadores que
participan en este proyecto pretenden encontrar esas causas
analizando las características moleculares distintivas de este virus
pandémico. El equipo engloba junto con el grupo de Adolfo
García-Sastre a los grupos de Peter Palese, Ian Wilson, Christopher
Basler, Michael Katze y Jeffrey Taubenberger.
El 6 de febrero de 2004 en Science
se publicó un artículo realizado por dos equipos de investigadores,
uno dirigido por Sir John Skehel, director del Instituto Nacional de
Investigación Médica (National Institute for Medical Research)
de Londres y otro por el profesor Ian Wilson del Scripps Research
Institute de San Diego habían obtenido la síntesis de la
proteína hemaglutinina responsable de la epidemia de 1918 de Gripe
Española juntando ADN procedente del pulmón de una mujer inuit
encontrada en la tundra de Alaska y de muestras preservadas de
soldados estadounidenses de la I Guerra Mundial.
El 5 de octubre, 2005 también en
Science, se publica por primera vez en la historia la
reconstrucción de un virus totalmente extinto, el virus de la gripe
de 1918 (H1N1). El virus fue totalmente reconstruido in vitro
a partir de las secuencias obtenidas del análisis de muestras
históricas de tejidos realizadas por el grupo de Jeffrey
Taubenberger. Según el informe, después de varias décadas los
científicos lograron recrear el virus con ayuda de técnicas de
genética inversa, para 'volverlo a la vida' en un laboratorio de
bioseguridad de nivel 3, de los Centros para el Control y Prevención
de Enfermedades en Atlanta. Sus efectos fueron estudiados en
ratones, embriones de pollo y células pulmonares humanas, empleando
para ello diversas versiones fabricadas con genes de otros virus
gripales, y así efectuar comparaciones y descubrir los elementos que
lo hicieron tan mortífero. Al igual que el original, el virus
reconstituido mató en pocos días a los ratones, y se comprobó que
también mataba a los embriones de pollo, del mismo modo que el virus
aviario H5N1.