Revolución
Nuestro protagonista es el primer
exponente de una nueva generación de automóviles de General Motors.
Esta nueva ola de aire fresco se percibe a primera vista en un
modelo que, tanto por dentro como por fuera, poco o mejor dicho nada
conserva del vehículo al que
reemplaza (el Chevrolet Nubira).
Exteriormente, el Cruze es el fiel
reflejo de la línea de diseño que presentarán los futuros coches de
la marca, dominado por una parrilla tipo ‘nido de abeja' divida en
dos por el logotipo situado en la zona central. El diseño del
conjunto está muy conseguido, con un morro imponente, una silueta en
la que destaca el techo en forma de arco, y una zaga en la que llama
la atención sobremanera la
cortísima tapa del maletero, la cual le confiere un aspecto
más propio de un coupé que de un sedán clásico.
Mejora evidente
Respecto a su antecesor, este
Chevrolet se encuentra varios escalones por encima en lo que a
calidad y acabados se refiere. Aunque no se emplean materiales
especialmente vistosos o refinados (abundan los plásticos duros
demasiado sensibles a los arañazos), el ajuste de las piezas es
correcto y se percibe sensación de
solidez. Del cuadro de instrumentos destacan las esferas
rodeadas por tres círculos de plástico cromado y, por encima de
todo, la peculiar iluminación en tonos azulados en contraste con el
rojo de las agujas indicadoras, que sin duda le dan un plus de
modernidad al interior.
Otro toque muy original viene de la
mano de parte del salpicadero,
que opcionalmente puede ir recubierto en la misma tela que la
tapicería de los asientos. Por contra, debemos decir que la consola
central es prácticamente idéntica a la del Opel Insignia (más...).
El puesto de conducción es satisfactorio, gracias a las amplias
regulaciones que permiten tanto el volante como los asientos, los
cuales destacan por su comodidad y su buena capacidad de sujeción.
La mayor pega es que lamentablemente las versiones más básicas
carecen de algunos de estos reglajes.
Bien aprovechado
Dentro del habitáculo
4 adultos de más de 1,80 pueden
viajar sin problemas. Las plazas delanteras son amplias y
confortables y lo mismo sucede en las traseras, donde no echaremos
en falta mayor altura o sitio para nuestras piernas. Como es
habitual, la plaza central se queda justa para acoger a un quinto
ocupante principalmente por la anchura y, sobre todo, por la
comodidad, aunque no cabe duda de que el espacio interior está mejor
aprovechado que en otros vehículos de su tamaño (su carrocería mide
4,6 metros de longitud). El maletero resulta acorde con un coche de
sus características; tiene un volumen de carga de 450 litros. Los
asientos posteriores se pueden abatir, aumentando de forma notable
esta cifra.
Motor y sensaciones al
volante
El Cruze posee una gama de
propulsores moderna y competitiva, con unos motores de gasolina que
cuentan con apertura variable de válvulas (tanto de escape como de
admisión) y unos propulsores diésel
turboalimentados con conducto común, turbo de geometría
variable ("VGT") y filtro de partículas. En el primer apartado
encontramos un 1.6 de 113 CV y un 1.8 de 141 CV; en lo referido al
gasóleo encontramos un mismo bloque con dos litros de cilindrada en
potencias de 125 ó 150 CV. Nosotros hemos probado la versión más
potente, el 2.0 D de 150 CV. Es una mecánica que destaca
especialmente por su bajo consumo.
Según datos los datos que homologa el
gasto medio de combustible es de tan sólo 5,6 litros
a los 100 kilómetros. En
nuestra prueba hemos conseguido registros
cercanos a los 6 litros,
datos que siguen siendo brillantes. En cuanto a su respuesta, por
debajo de las 1.800 vueltas apenas empuja; superado ese régimen la
aceleración es notable y pocas pegas se le puede poner a su
funcionamiento. Estamos ante una motorización eficaz, prestacional y
solvente, algo ensombrecida por una caja de cambios que le condena a
relaciones demasiado largas, al contar tan sólo con 5 velocidades.
Una pena porque en este caso, una marcha más, daría muchísimo más
juego sin lugar a dudas.


