Puesto a punto
Abarth ha metido mano al 500 con un
resultado excepcional. Dejando por el momento de lado que
no es un coche cómodo
(entendido como un vehículo apto para viajes de larga distancia o
como un coche con fáciles accesos), el Abarth 500 podría englobarse
bajo la misma definición que un
MINI: es un coche en el que el único que realmente disfruta es el
conductor.
Las razones por las que es un coche especialmente ágil tienen que
ver con la carrocería y las suspensiones (que lo hacen circular más
pegado al suelo), los discos de freno de mayor tamaño y la
posibilidad de montarle llantas de 17" (son opcionales pero su
precio es asequible, 200 euros). Las pinzas de freno de color rojo
sí están incluidas de serie.
Por fuera cada detalle está cuidado
para contribuir a una mejora de las prestaciones: el pequeño alerón
trasero contrarrestará las fuerzas ascendentes mientras las entradas
de aire frontales alivian el trabajo de los dos intercoolers para
rebajar el calor del aire que llegará a las válvulas de admisión,
mejorando así su calidad y eficiencia.
Corazón de escorpión
Todos los elementos arriba descritos
ayudan a mejorar las prestaciones del 500 Abarth, pero nada tendría
el mismo sentido sin su propulsor. Se trata de un
motor de gasolina 1.4 de 16
válvulas, turboalimentado y bautizado con la denominación "Fire".
Su ficha técnica asegura que su entrega máxima de potencia se
efectúa a 5.500 rpm y que su par motor (206 Nm) lo hace ágil desde
3.000 rpm siempre y cuando llevemos conectado el botón Sport, que
aumenta la presión del turbo a través de la centralita del motor.
Con esto, alcanzar los 100 km/h supone menos de 8 segundos y la
velocidad punta puede romper la barrera de los 200 km/h gracias a
sus 135 cv. Con el kit essesse esta cifra sube hasta los 160 cv, y
en la versión Asseto Corse hasta los 200 cv. La diferencia de las
preparaciones de Abarth con respecto a los modelos de serie de Fiat
es considerable. El Fiat 500 que más rápido puede acelerar hasta el
momento es el 1.4 16V de 100 cv, con 10,5 segundos (casi 3 segundos
más).
Conducción
El Abarth 500 tiene dos facetas muy
marcadas. La primera es que con él se puede acelerar de una forma
muy ágil hasta los 100 km/h más o menos. La otra es que aumentar la
velocidad una vez pasada esa barrera es una tarea notablemente más
lenta, lo que da cuenta de su
preferencia para circular por carreteras lentas y reviradas a un
buen ritmo, no para autopista. Que utilice una caja de
cinco marchas en lugar de seis (como otros 500 de Fiat que sí la
llevan) es otro factor decisivo por la calidad acústica (de motor y
de aerodinámica).Según Abarth
la diferencia entre circular en modo Sport o no hacerlo es de casi
un 15% (de 180 pasa a 206 Nm). Al volante, esa diferencia se percibe
mayor ya que el motor puede subir de vueltas más rápido y la pegada
es más brusca. La mejor forma de percibirlo es conectándolo y
desconectándolo en plena aceleración. Utilizar este botón supone que
la dirección se vuelva más rígida, que el par motor aumente y que el
control de estabilidad admita cierto deslizamiento de las ruedas
antes de entrar en funcionamiento. En el modo normal, el ESP no
desconectable, tiende a entrar demasiado pronto.
Lo que sí es desconectable es el
TTC, un sistema reparto de
tracción que funciona a modo de diferencial y que es capaz de dar
mayor par a la rueda exterior (la que va en apoyo) logrando una
salida más eficaz de la curva. Este sistema viene de serie, al igual
que otros valiosos elementos de seguridad y confort como un
asistente de arranque en pendientes, siete airbags, control de
estabilidad y la valiosa función Sport.
Otra característica que el Abarth
conserva del Fiat 500 es la
capacidad de la dirección para mantener una trayectoria homogénea
sin necesidad de correcciones. El coche apunta rápidamente a los
cambios de trayectoria y la carrocería se adapta en consecuencia sin
poner en apuros al conductor. Para contar con una batalla tan
sumamente corta, el comportamiento del chasis es excelente. Por
último, el consumo del Abarth 500 es aceptable teniendo en cuenta
sus capacidades, puesto que en un ritmo alto de conducción apenas
supera los 9 litros. En autopista, sin embargo, rebajar hasta los
6,5 litros es algo fácil si la velocidad no es excesiva puesto que
carece de una sexta marcha de desahogo. Al finalizar nuestra prueba,
el ordenador de a bordo de nuestra unidad registró un consumo mixto
de 7,1 litros.
Interior
El pequeño de Abarth es un coche
caro, no nos engañemos. Sin embargo, los más exigentes con la
calidad de un habitáculo reconocerán que
es un coche bien terminado
y que, además, ofrece detalles que lo harán único. Por ejemplo, el
cuadro de información GSI dispone de un
recomendador de cambio de marcha
y está rodeado por un indicador de la cantidad de presión que
realiza el turbo.
El asiento del piloto, aunque es de
mucha calidad y los brazos sujetan muy bien al conductor,
no está pensado para personas
corpulentas. Los brazos que nacen de la banqueta hacen que
tus piernas padezcan después de ciertos kilómetros. Además, la
relación del asiento con respecto a los pedales tampoco es la ideal
ya que quedamos demasiado altos con
respecto a ellos.
En cuanto al maletero, es válida la misma opinión que dimos cuando
probamos el 500 1.4 100 cv.
En definitiva...
El Abarth 500 cuenta con un chasis
impecable, un motor excepcional y una terminación más que aceptable
pero, sin embargo, sorprende que cosas tan básicas como el
climatizador queden fuera del equipamiento de serie. Si a éste (300
euros), sumamos las personalizaciones Abarth y el kit estético (300
euros), las llantas (200 euros), un techo solar fijo (400 euros) y
el navegador Blue & Me (500 euros), la factura ya superará sin
problemas los 21.000 euros. A cambio recibimos un auténtico
deportivo en frasco pequeño que, como suele decirse, recoge una de
las mejores esencias italianas.