La forma más habitual de pago en nuestro país son las tarjetas de crédito. El abono en efectivo es cada día menos común y las autoridades van reduciendo el tope que se puede satisfacer con billetes. El móvil comienza a hacerse un hueco, aunque es poco frecuente ver a alguien usándolo para comprar un periódico o saldar la cuenta del restaurante.
Se calcula que en España existen unos 83 millones de tarjetas de crédito operativas, lo que supone una media de dos por persona, incluyendo a los niños. En 2018 se realizaron 4.000 millones de operaciones en España; de ahí la importancia de evitar los errores más habituales. He aquí varios consejos, que podrían resumirse en el socorrido «sentido común».
PIN. Es importante memorizar ese número de cuatro dígitos con el que autorizamos la mayoría de las operaciones: no debes llevarlo escrito en ningún sitio y, al teclearlo, asegúrate de que nadie te observa. La cifra debe ser original: nada de cumpleaños o combinaciones del tipo «1234». Es recomendable cambiar el código con cierta frecuencia.
Límite. La generalización del pago sin contacto —y sin marcar el número secreto— para cantidades menores a 20 euros puede convertirse en un quebradero de cabeza si te roban la tarjeta. Varias operaciones seguidas de este importe pueden suponer un agujero en poco tiempo. El usuario tiene la opción de configurar la tarjeta para teclear su PIN en cada operación, a la vista de que los establecimientos no piden el DNI al usuario. Hay que solicitarlo expresamente al banco.
Cajeros. Aunque cada vez se pague menos en metálico, sacar dinero de un cajero forma parte del día a día. Uno de los métodos al que han recurrido los ladrones es conocido como el lazo libanés y consiste en retener la tarjeta dentro de la ranura cuando alguien va a sacar billetes. Cuando el usuario se va, el ratero —que se ha quedado con el número del PIN— extrae el plástico del cajero y hace un uso ilícito de la tarjeta. Es mejor no usar un cajero si notamos el mínimo riesgo.
Anulación. La tecnología permite anular una tarjeta al momento en caso de robo o extravío, por ejemplo, desde el móvil. La reacción debe ser inmediata porque los ladrones actúan rápidamente y en pocos minutos nos pueden dar un buen disgusto.
Fraudes. Generalmente, los bancos tienen un seguro contra el uso fraudulento de una tarjeta. Una entidad puede cancelar ciertos abonos o transferencias sospechosos, como por ejemplo usar dinero en un casino online, que cuentan con sus propios mecanismos de juego limpio, o enviar fondos a un país centroafricano que ni sabemos situar en el mapa.
Saldo a cero. Es importante configurar la tarjeta de crédito para abonar todo el gasto un día fijo cada mes. Debes tener en cuenta que aplazar los pagos más allá supone cargar con unos intereses que en algunos casos llegan al 20% y pueden ser considerados abusivos. Aunque tengamos saldo disponible (por ejemplo, 3.000 euros), hay que pensar que a final de mes habrá que dejarlo a cero.
Control frecuente. Una vez al mes hay que revisar todos los pagos realizados para cerciorarse de que no hemos abonado un servicio no solicitado o que nos han subido el precio de un suministro o una cuota sin ser conscientes. Forma parte de la educación financiera básica de cualquier hogar.
Leerse el contrato. Lo más recomendable es decidir si nos interesa una tarjeta de crédito o de débito y trabajar solo con una, y no con dos o tres diferentes. Es la mejor manera de que el control sea más efectivo y de no dispersarnos con varias tarjetas. Debe leerse de cabo a rabo el contrato que firmamos con el banco: podremos descubrir posibles comisiones y cláusulas abusivas. También seremos conscientes de algunos derechos que tenemos; por ejemplo: un seguro de viaje al pagar con cierto tipo de tarjeta.
Siguiendo estos consejos, podrás beneficiarte, sin sorpresas, de las ventajas de usar una tarjeta de crédito.