Hace un tiempo que las relaciones entre Brasil y la FIFA venían
mal por el lento desarrollo de la infraestructura para el Mundial de
fútbol de 2014, pero ayer alcanzó su punto más crítico con la
ruptura de diálogo entre el gobierno de Dilma Rousseff y el
secretario general de la entidad, Jerome Valcke.
Este nuevo choque pondría poner en jaque la organización de la mayor
cita del fútbol mundial.
La gota que desbordó el vaso fueron las duras críticas realizadas el
viernes en Londres por el número dos de la entidad futbolística.
En conferencia de prensa, Valcke sostuvo que “las cosas no avanzan”
en Brasil.
“No entiendo porqué las cosas no se mueven; las construcciones de
los estadios no se hicieron en los tiempos previstos y muchas cosas
están atrasadas”, agregó. Para rematar, lanzó: “ Tal vez necesiten
una patada en el culo para ponerse a trabajar ”.
Esa frase despertó una ola de indignación en los brasileños. El
ministro de Deportes, Aldo Rebelo, respondió que eran “
declaraciones inaceptables ” y que su país “ no va a aceptar más
como interlocutor” a Valcke .
En algunos medios brasileños se especuló con que estas afirmaciones
no eran inocentes, sino que la FIFA podría estar intentando
boicotear la realización del Mundial en Brasil .
Pese a romper el diálogo con Valcke, Rebelo aclaró que “continuará
manteniendo una relación respetuosa y armoniosa con la FIFA”. A
Valcke pareció no importarle la reacción brasileña. “Si no quieren
hablar más conmigo, si no soy una persona con la que quieren
trabajar, entonces es un poco pueril”, dijo.
Y desafió: “ Voy a viajar a Brasil el 12 de marzo como estaba
previsto”.
El “divorcio” entre la FIFA y el gobierno brasileño no sorprende.
Por el contrario, es el punto final de una enmarañada relación que
está en franco deterioro. Las autoridades de la entidad futbolística
vienen protestando por el atraso en el cronograma estipulado para
las obras de infraestructura, como reformas o construcción de
estadios, hoteles, aeropuertos y rutas. Pero no se trata sólo de ese
problema, hay profundas divergencias en torno a aspectos legales,
logísticos y políticos.
Esto quedó demostrado en el hecho de que el Congreso aún no aprobó
la Ley que regulará el Mundial porque los legisladores consideran
que son “innegociables” una serie de puntos exigidos por la FIFA.
La institución deportiva, por ejemplo, reclama la venta libre de
cerveza en los estadios, algo que está prohibido por ley en el país.
Por otro lado el gobierno brasileño defiende la concesión de
ingresos más baratos para estudiantes, jubilados y ciudadanos
pobres, pero la FIFA se opone para no perder ganancias.
Tampoco se ponen de acuerdo con respecto a las responsabilidades
civiles ante incidentes que puedan perjudicar la exitosa realización
del evento.
En forma paralela a estos desacuerdos puntuales hay algunas
cuestiones de orden p
olítico.
El presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y del
Comité Organizador del Mundial (COL), Ricardo Teixeira, está
enfrentado con el titular de la FIFA, Joseph Blatter –que en otra
época fue su amigo– después de que éste prometiera divulgar
documentos que relacionan al brasileño con el escándalo de
corrupción que sacudió a la FIFA en 2008.
Otro tema de índole política es la intervención de Dilma Rousseff.
La presidenta no tiene vínculos de ningún tipo con Teixeira, Valcke
o Blatter.
Inclusive días atrás se le comunicó al titular de la FIFA que la
mandataria no se reuniría con él cuando visite Brasil en marzo, y
que no participaría del acto simbólico en el que el Blatter pretende
anunciar la aprobación de la Ley General del Mundial.