El príncipe Juan Friso de Holanda, que quedó sepultado durante
unos 23 minutos por una avalancha de nieve en Lech (Austria) el
viernes pasado mientras esquiaba fuera de pista, podría no recobrar
jamás la conciencia al sufrir masivos daños cerebrales por
permanecer demasiado tiempo sin recibir oxígeno.
Así informó a la prensa este mediodía el equipo médico que le
atiende desde el día del accidente en la clínica universitaria de
Innsbruck.
La situación del hijo mediano de 43 años de la reina Beatriz de
Holanda es grave y actualmente no se puede decir con exactitud si
alguna vez volverá a estar consciente, aseveró el director de
traumatología de la UCI de la clínica tirolesa austriaca, Wolfgang
Koller. La gravedad de su estado se ha sabido gracias a una
resonancia magnética a la que fue sometido ayer. Los 50 minutos que
tardaron los servicios de emergencia en reanimarlo fueron decisivos,
y sumados a los más de 20 que permaneció sepultado, hacen que lo más
probable es que los daños sean irreversibles.
Si alguna vez recuperara la consciencia, tendría que someterse a
meses de rehabilitación neurológica o incluso años, por lo que, por
si ello ocurriera, la familia real holandesa busca ahora una
institución de rehabilitación adecuada para Juan Friso, padre de dos
hijas de 5 y 6 años con la princesa Mabel. La reina Beatriz ha
suspendido su agenda hasta el próximo miércoles y, aunque tiene
previsto volver a Holanda durante el fin de semana, se prevé que
permanezca junto a su hijo y su nuera durante los próximos días. En
los actos oficiales será sustituida por el príncipe heredero,
Guillermo.
Friso, un esquiador experimentado, se deslizaba por una
zona fuera de pista no cerrada, pero con alerta de aludes 4 (alta)
de un máximo de 5. Iba con un amigo austriaco de la infancia, el
propietario del hotel donde se aloja en Lech su familia desde hace
décadas para pasar sus vacaciones de esquí.
Su compañero, al que también enterró el alud, logró salvarse por
llevar un airbag contra avalanchas de nieve, mientras que
el príncipe, aunque iba también perfectamente equipado para esta
posibilidad, carecía de él. Por eso permaneció 23 minutos bajo 40
centímetros de nieve hasta que pudieron sacarlo, operación en la que
colaboró su propio amigo y miembros de rescate de montaña, de
seguridad de pista y voluntarios, quienes le localizaron gracias al
GPS que llevaba consigo, que lanzaba pitidos.
Esos 23 minutos “fueron muy, muy largos. Puede decirse que
demasiado largos“, recalcó Koller.