En el graderío, un ejército de voluntarios limpia y recoge
toneladas de basura. En las tripas del estadio olímpico,
cuatrocientos periodistas hacinados en la sala de prensa bostezan y
vuelven a bostezar. Pasan unos minutos de la medianoche y
por el pasillo aparecen Usain Bolt,
Yohan Blake y Justin Gatlin: oro, plata y bronce de la
final de 100 metros más rápida de la historia.
Bolt es un regalo para los 50 fotógrafos allí presentes. Cada uno
de ellos podrá hoy enseñar a la familia o al jefe un book con las 30
mejores caras del velocista jamaicano.
Usain y Yohan no dejarán de hacer
chorradas durante la media hora de conferencia; por
momentos parece que se ríen de Justin, cuya cara es de todo menos
graciosa. Pero no, van a su rollo, siguen su juego y, entre medias,
responden.
"He demostrado que sigo siendo el mejor.
Las derrotas ante Yohan fueron un
despertador para mí. Me pregunté: ¿Vas a dejar que te ganen
en los Juegos? Y entonces comencé a entrenar duro", relata Bolt, que
en la carrera solo tenía una obsesión, su trauma de Daegu , donde
resultó eliminado por una salida falsa: "Mi
entrenador me dijo que me tomara con calma la salida, que
estuviera tranquilo, porque luego tendría los últimos 50 metros, que
son mi mejor baza". Y tanto que lo fueron: en ese último tramo, Bolt
pasó como un avión a todos sus rivales. Es su aceleración lo que le
hace casi imbatible. "Antes de la final estaba tranquilo, porque me
notaba las piernas muy bien. Estaba seguro de mis opciones".
Durante la conferencia, Usain Bolt repetirá una y otra vez su
mantra personal, vive obsesionado con pasar a la posteridad. "Dije
antes de venir que mi intención es ser una leyenda y este
es el primer paso. Espero que cuando terminen los Juegos pueda
serlo, como Phelps, por ejemplo. Lo suyo es increíble".
Junto a Bolt, el delfín Blake, honrado por acabar segundo en la
final. "He hecho un buenísimo tiempo, ¿qué más puedo pedir? La
carrera de Usain fue fantástica", y tras el peloteo uno y otro
vuelven a partirse de risa. ¿Hubiera sido el mismo ambiente de ser
Blake el campeón y Usain la plata? Quién sabe.
Su otra 'obsesión'
Famoso por su dieta poco mediterránea, a
Bolt
le preguntan si ya conoce el McDonalds anexo al estadio Olímpico, de
tamaño monstruoso y con miles de
nuggets de pollo esperando a su amante preferido, Bolt.
"No, no he estado allí, pero reconozco que desde que estoy aquí ya
he comido algún Nugget". ¿Y hoy que desayunó? "Pues zumo de manzana,
alguna tostada, un sandwich y algo de pollo. Después comí arroz,
pollo y cerdo. No quería estar muy lleno para la carrera".
Amante de los espacios abiertos de su querida Jamaica, hay dos
cosas que Bolt no soporta. "Esto es diferente de Pekín, está bien
pero no entiendo las normas. Aquí hay normas y reglas para todo.
Para mí no tienen ningún sentido". Su otra fobia son las multitudes.
Por eso, cuando termina la rueda de prensa y los fotógrafos y algún
periodista en versión admirador le asaltan a la carrera, él hace lo
que mejor se le da: correr.