TRUCOS INFALIBLES PARA ADELGAZAR
Si estás harta de pasar hambre, si no quieres renunciar al
chocolate, si no quieres saturar tu cuerpo de proteínas, sigue los
consejos que te damos y verás cómo la báscula te sonríe. Sólo tienes
que añadirle a tu día a día los pequeños secretos que compartimos
contigo.
1. Como más
Sí, has leído bien. Lo que tu metabolismo necesita para mantenerse
activo es que no te pongas en “modo restrictivo”, cuanto más lo
prives de alimentos, más retendrá lo poco que le des. SÍ. Haz cinco
comidas al día que empiecen con un buen desayuno, dos tentempiés
sanos, una comida inteligente (en función de la actividad física que
vayas a hacer después) y una cena ligera. Cada digestión gasta
energía, así que si controlas las raciones, tu cuerpo empezará a
quemar más calorías. NO. Te saltes comidas, lo único que conseguirás
es ir acumulando hambre, ralentizar tu metabolismo y potenciar el
efecto rebote si haces dieta.
2. Desayuna como una reina
Los nutricionistas no dejan de insistir en la importancia que tiene
la primera comida del día, que es la que arranca el metabolismo, la
que te proporciona energía y la que te ayuda a regular el apetito
hasta la comida. De todo. Tu desayuno debe contener carbohidratos
saludables (pan, cereales o galletas integrales y mejor biológicos,
sin azúcares ni grasas añadidas); zumo natural o fruta fresca (mejor
al principio para hacer mejor la digestión); un lácteo desnatado o
vegetal (si tienes intolerancia a la lactosa o quieres reducir aún
más las calorías), café o té verde (tu primera dosis de
antioxidantes); proteínas sanas (jamón ibérico, pavo, huevo) para
quitarte el hambre; alguna grasa saludable (¡aceite de oliva
virgen!) y algo dulce si te apetece mucho (es el mejor momento para
tomarlo, tienes todo el día para quemarlo), como mermelada sin
azúcar añadido.
3. Pica entre horas
Además de ayudarte a mantener el metabolismo activo y consumiendo
energía, es la única forma de controlar el apetito y no llegar con
un hambre de lobo a la comida o a la cena. Por supuesto, este
picoteo debe ser sano. Psicológicamente, será un “subidón” de
endorfinas poder comer cuando tengas hambre. SÍ. Frutos secos
naturales, sin tostar, como nueces, anacardos, almendras o pipas de
girasol; una pieza de fruta fresca o un puñadito de frutos rojos
(segunda ración antioxidante); un yogur desnatado; una tortita de
arroz inflado; una lata de atún al natural o fiambre bajo en grasa;
un par de galletas de avena o un par de onzas de chocolate negro si
tienes un ataque de dulce.
4. No suprimas los hidratos
Las legumbres, los cereales, el pan o la pasta integral no son los
culpables de tus kilos de más. Tus enemigos son los dulces
industriales, el pan de molde, los snacks salados (aléjate de la
máquina del trabajo), los cereales azucarados y los alimentos
refinados. Este tipo de carbohidratos de digestión rápida son los
que descontrolan tu IG, es decir tu índice glucémico o nivel de
insulina en sangre. SÍ. Toma siempre hidratos en el desayuno y
cómelos al medio día (un plato de pasta, arroz o legumbres) si por
la tarde vas a hacer ejercicio. Toma legumbres al menos tres veces
en semana (su fibra es fantástica para tus intestinos y te quitan el
hambre durante horas) y el resto de hidratos mejor integrales, ya
que se vierten lentamente al torrente sanguíneo, no producen picos
de insulina y no se cumulan en forma de grasa como los refinados.
NO. A los hidratos de carbono por la noche. De todo lo que venga
envasado y tenga pinta de fast food, olvídate.
5. Descubre el azúcar encubierto
¿Comes poco, intentas que sea sano y aún así no consigues bajar de
peso? La clase puede estar en el azúcar blanco, un producto químico
que no aporta ningún nutriente al organismo y sí muchas calorías.
¿No tomas azúcar? Puede que no se lo añades al café pero estés
tomándolo a través del pan de molde, las verduras envasadas, las
sopas o purés de tetrabrick, el fiambre, el salmón ahumado, los
yogures, los alimentos precocinados… sólo tienes que empezar a leer
las etiquetas de lo que compras para llevarte las manos a la cabeza
y darte cuenta de la cantidad de azúcar que ingieres sin querer.
Menos energía. Todo ese azúcar es el que provoca picos de insulina,
que siempre tengas hambre y que estés baja de energía.
6. Quiero dulce
De acuerdo, pero sé inteligente. Si tienes unas ganas irresistibles
de llevarte algo dulce a la boca, que sea una onza de chocolate
negro, una tortita de arroz inflado, un dulce casero, un par de
galletas integrales sin azúcar blanco, un yogur con sirope de Ágave
o una pieza de fruta. Pero si eres capaz, espera unos minutos y en
lugar de comer dulce, toma algo salado y más nutritivo, por ejemplo,
un pequeño bocadillo de atún o de jamón ibérico, una tortilla
francesa o un puñadito de frutos secos. Te saciarán el hambre
(comiendo dulce querrás más dulce en poco tiempo), te aportarán
menos calorías y más nutrientes. Lo importante es salirse de la
“rueda del azúcar” y tomar alimentos "reales".
7.
Cuándo y cómo
Como te decíamos antes, muchas veces no son los alimentos en sí los
que te engordan sino la forma y el momento en que los comes. Por
ejemplo, los hidratos son recomendables por la mañana o al medio día
si después vas a hacer un esfuerzo físico, pero no por la noche,
cuando se acumularían durante el sueño. Para cenar son mucho más
ligeras las proteínas, sobre todo si has hecho ejercicio, ya que son
el alimento de los músculos. También es importante combinar bien los
alimentos: pasta y proteínas siempre “casan” con verduras, pero no
van demasiado bien juntas, ya que dan como resultado platos
demasiado calóricos y difíciles de digerir. La forma de cocinar los
alimentos también resulta fundamental: mejor frescos, al vapor, al
horno o a la plancha.
8. Sé tu propio chef
Apúntate a la moda de tupper y llévate la comida a la oficina, así
tendrás la seguridad de saber lo que te llevas a la boca. Fuera de
casa, y “de menú”, es difícil que el aceite que usan para freír sea
de oliva, que los alimentos sean frescos o que las grasas sean
insaturadas. Además, es fácil caer en la tentación de tomar salsas,
pan y postres dulces. Compra y cocina. Descubre el placer de ir al
mercado y de descubrir alimentos no refinados en los supermercados
biológicos. Cocinar también puede resultarte una actividad relajante
y, sobre todo, podrás controlar las cantidades, los ingredientes y
la preparación. Fuera de casa. Si no tienes más remedio que comer de
restaurante, toma platos cuyos ingredientes se vean (pescado o
carnes a la plancha, por ejemplo), huye de las salsas y de postre,
tómate una infusión. Si puedes elegir, mejor comida japo.

9. Cuida tus músculos
Son los mejores aliados de tu metabolismo. Tener en forma tu masa
muscular te supondrá quemar más calorías en reposo, ya que el
músculo consume mucha energía. También es la mejor garantía para no
sufrir el temido “efecto yo-yó” si haces dieta y para mantener tu
peso estable. Cardio + tonificación. Esta es la mejor combinación
para perder peso, el ejercicio cardiovascular no es suficiente, así
que no te mates a hacer spinning y entra más en las clases de body
pump, yoga o en la sala de máquinas. Además, mantener un buen tono
muscular es lo que hará que tu cuerpo se mantenga joven y tenga un
aspecto atlético, con todas tus curvas en su sitio y sin flaccidez.
10. Muévete más
Ya sabes que el ejercicio es un gran aliado para mantener el peso y
no tener que hacer dieta. Pero el deporte no se hace sólo en el
gimnasio ni en la pista de pádel. Si le añades actividad a tu día a
día, sobre todo en ciertos momentos, no dejarás de consumir
calorías. Gestos activos. Dejar el coche e ir caminando o en metro
al trabajo (es un magnífico gimnasio), subir las escaleras en lugar
de utilizar el ascensor (si subes los peldaños de dos en dos
tonificarás tus nalgas), dar un paseo después de comer, instalar una
máquina elíptica en casa, apuntarte a la moda del bicing, jugar con
tus peques, hacer el amor… todo suma actividad física y resta
calorías al final del día. Fuente
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