¿ERES UN MAL JEFE? DESCÚBRELO
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A los españoles nos gusta mandar, pero no todos lo
hacen bien. Según una encuesta realiza por el portal de empleo
Monster entre sus usuarios, casi el 85% de los trabajadores de
nuestro país desearía ocupar un cargo directivo en su empresa,
aunque la mayor parte de ellos no lo haría para cobrar más, sino
para ascender en su carrera profesional.
Sin embargo, la consultora Otto Walter afirma que el 42% de los
altos directivos españoles no alcanza el nivel mínimo de aprobación
exigido entre sus empleados. Si lo tuyo es mandar, quizá sea el
momento de hacer un examen de conciencia y ver si eres de los que
cae en los cuatro pecados capitales del mal jefe.
El principal problema de los responsables de área es la falta de
comunicación con sus empleados. Con la incorporación de las últimas
tecnologías al ecosistema laboral, los directivos son la presa
perfecta para lo que los expertos han bautizado como el 'Efecto
Blackberry', que no es otra cosa que contestar a los correos
electrónicos y mensajes de texto de sus subordinados con
monosílabos.
Escribir únicamente "Sí" o "No", quizá sea eficiente, pero nada
efectivo para transmitir a un equipo de trabajo matices sobre la
tarea a realizar, y tampoco es demasiado educado. "A través de este
tipo de comunicaciones los superiores suelen ser cortantes y poco
claros con sus subordinados, y esto constituye una invitación a un
futuro conflicto", afirma Barbara Pachter, experta en relaciones
laborales.
Dar la cara
Para Pachter, confiar en exceso en el email o la videoconferencia
constituye el segundo gran error del mal jefe. Para que las cosas
salgan bien en la oficina es necesario que haya conversaciones cara
a cara, algo que los directivos inseguros evitan para huir de
posibles confrontaciones con sus empleados. "A nadie le gusta hacer
el trabajo sucio", reconoce la analista estadounidense en su blog, a
la vez que afirma que "lidiar con asuntos complicados es una parte
importante de las responsabilidades de un jefe".
En el extremo contrario están los directivos que únicamente
hablan con el resto de su equipo para recriminarles a gritos sus
errores. Esta actitud es la peor que toma una persona que ocupa un
cargo de responsabilidad. Con voces y desprecios, lo único que se
consigue es que el resto de los empleados eviten comentar con el
jefe situaciones difíciles del trabajo, que acabarán por explotar
cuando ya no tengan solución.
Más horas no equivalen a un mejor
trabajo
La última conducta que puede arruinar el buen funcionamiento de una
oficina es, según los expertos, la de obligar a los trabajadores a
realizar interminables jornadas laborales. En la mayoría de los
casos acabarán por perder la motivación, dejarán de ser productivos
y, ni echando aún más horas, conseguirán cumplir con sus tareas a
tiempo.
Aunque después de leer estas líneas creas que no formas parte de
ese grupo de los jefes ogros, quizá necesitarías hacerte esta
pregunta: ¿tus subordinados se ponen cada vez más enfermos y evitan
cruzarse contigo por los pasillos? Si la respuesta es afirmativa,
hay muchas posibilidades de que tu actitud en el trabajo diste mucho
de la de ser un buen jefe. Fuente
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