La historia tarda en escribirse. Año y medio después, España empieza a pasar una de las páginas más desagradables de esta crisis desmesurada y proteica. Los socios del euro proclamaron este jueves el fin del rescate a España para principios de enero. Dieron luz verde a una salida “limpia” de aquel programa de asistencia financiera que el Gobierno se vio empujado a pedir allá por junio de 2012, cuando parecía que todo se iba a pique, por importe de hasta 100.000 millones de euros.
España ha usado finalmente 41.300 millones, de los que acabará perdiendo tres de cada cuatro euros, según los cálculos de este periódico. La factura total no está cerrada, pero más allá del rescate el contribuyente español ha enterrado en la banca, de momento, casi 37.000 millones, a pesar de aquella promesa de Mariano Rajoy: “La crisis bancaria no costará ni un euro a los contribuyentes”.
El Eurogrupo, la Comisión Europea y el Gobierno español coincidieron este jueves en destacar que, tras la reestructuración y el enorme esfuerzo de saneamiento, el sector bancario español está que ni recién pintado. “El rescate ha disipado las dudas sobre la banca y ha provocado una mejora sustancial de los indicadores de tensión financiera de España”, resumió el ministro Luis de Guindos.
Pero esto no ha terminado: el rescate expira en enero, y ni siquiera hoy Bruselas descuidó el habitual tirón de orejas: “Europa ha ayudado a España y a otros países rescatados a salir de una profunda crisis generada por comportamientos irresponsables”, dijo el vicepresidente Olli Rehn. más información Irlanda descarta pedir más ayudas y saldrá del rescate en diciembre El crédito cae a mínimos de toda la crisis pese al rescate El recurso de la banca al crédito fácil del BCE baja a niveles previos al rescate Por el camino han desaparecido decenas de cajas de ahorro, han perdido parte de su dinero decenas de miles de preferentistas y la economía española se ha visto sometida a una estricta tutela por parte de los socios del euro, que han obligado a acometer duros ajustes. Y por delante, a pesar de los signos de mejoría, se vislumbra una recuperación anémica —que flirtea con una deflación a la japonesa— y mucho tiempo con tasas de paro en niveles de gran depresión. Con el rescate, que es en realidad un crédito por un plazo medio de 12,5 años al 0,5% de interés, el Gobierno perdió el control de la política económica, que pasó a estar bajo estricto control de los socios del euro y los famosos hombres de negro.
Cuando expire el programa, en enero, el Ejecutivo recuperará parte del volante: aun así, el Eurogrupo se reserva labores de supervisión, con dos revisiones anuales, explicó su presidente, Jeoren Dijsselbloem. Otras fuentes apuntaban que podría haber hasta cuatro exámenes al año.
“Pero si no hay ninguna sorpresa, si el Gobierno no hace ninguna extravagancia, España no tiene de qué preocuparse porque eso son meros formalismos”, indicaron fuentes europeas. Aun así, queda una última revisión antes de cerrar el programa: Rehn subrayó que España aun debe aprobar “la reforma de las cajas”, y hacer frente a los retos que plantea “un endeudamiento excesivo”. Los deberes del Gobierno, por tanto, no acaban aquí. Ni mucho menos. “España es la prueba de que un rescate funciona si hay compromiso de los Gobiernos, y por ello el país debería seguir comprometido con la agenda reformista”, dijo Rehn.
España evitó con el rescate la implosión del sistema financiero, pero eso no significa que el crédito, y por lo tanto la recuperación económica, vayan a llegar por arte de magia, admitió Guindos. Y lo más importante: pese a la fanfarria de las declaraciones propias de las grandes ocasiones en Bruselas, la banca se enfrenta aún a fenomenales desafíos. La morosidad roza el 13% y seguirá subiendo mientras no haya crecimiento y prosiga el ajuste. El crédito no fluye. A pesar del saneamiento, aún hay dudas sobre lo que puede esconder la banca bajo la alfombra, a la espera de los próximos exámenes del BCE. Fuente: El País