Cuando eres un niño pequeño, de menos de tres años, puedes recordar perfectamente lo que hiciste ayer, e incluso lo que pasó unas semanas antes, cuando Papá Noel te dejó ese juguete especial. Sin embargo, cuando pasen los años, ninguno de los sucesos que marcaron tu infancia temprana se fijarán en tu memoria, simplemente se irán para siempre. ¿Por qué?
Eso es lo que los científicos llevan tiempo intentando averiguar, y parece que ahora, un nuevo estudio muestra que esa especie de «amnesia infantil» que todos mostramos, podría deberse al rápido crecimiento de las células nerviosas en el hipocampo, la región responsable de «llenar» de recuerdos nuestra memoria a largo plazo.
Tal y como cuenta P. W. Frankland, profesor asociado en neurociencias de la Universidad de Toronto y coautor del estudio: «Los niños no pueden formar recuerdos estables de lo que sucedió en los primeros años de su vida. Tengo una hija de cuatro años y a causa de este estudio le pregunto a menudo cosas sobre visitas que realizamos hace 2 o 3 meses. Está claro que recuerda cosas con cierto nivel de detalle, pero dentro de otros cuatro años no recordará nada».
Los científicos llevaban años sospechando que el hipocampo tenía algo que ver con este rompecabezas. En palabras del doctor Eric Kandel, experto en Ciencias Cerebrales en la Universidad de Columbia: «El hipocampo madura lentamente y es probable que no alcance un nivel razonable de madurez hasta que tenemos 3 o 4 años. A pesar de que los niños de 2 o 3 años pueden recordar cosas durante un breve periodo de tiempo, para hacer llegar esos recuerdos a la zona de almacenamiento a largo plazo es necesario el hipocampo.»
Sin embargo los científicos aún no conocen con detalle lo que sucede en el cerebro de los niños. Frankland cree que en realidad esos recuerdos sí se almacenan en la memoria a largo plazo, pero que de algún modo, durante la fase de rápido crecimiento que tiene lugar en los primeros años de nuestra vida, el hipocampo «pierde» las etiquetas necesarias para ubicarlos y recuperarlos.
A medida que madura el hipocampo, enormes cantidades de nuevas neuronas se alinean y buscan «engancharse» mediante sinapsis a los circuitos neuronales existentes. En opinión de Frankland, el escenario más posible es que debido a todo ese ajetreo causado por la reestructuración neuronal, el cerebro «olvida» el lugar en el que almacenó los primeros recuerdos. Más tarde, cuando la expansión neuronal se ralentiza, el cerebro puede trazar mejor el rastro de donde almacenó los recuerdos, de modo que los niños mayores de cuatro años logran acceder mejor a su memoria de largo plazo.
Frankland ha puesto a prueba con éxito su teoría, empleando ratones a los que previamente trató para que su ritmo de creación de neuronas se ralentizara. Y es que a los bebés ratones les pasa un poco como a nuestros niños. Pueden memorizar la ruta de escape de un laberinto durante unos días, pero a medida que crecen olvidan la solución.
El próximo paso de Frankland para probar que su teoría es cierta pasa por trabajar con humanos. Debido a su trabajo, tiene acceso a pacientes infantiles de cáncer cerebral, que son tratados con fármacos que ralentizan el ritmo de generación de nuevas neuronas.
Gracias a este efecto secundario de los fármacos empleados en oncología infantil, el investigador espera poder comprobar si los tratamientos hacen que los niños pequeños recuerden cosas sucedidas justo antes de la quimioterapia. Fuente
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