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¿ Porque cuesta tanto dejar de fumar?

Sala de unidad coronaria.
Luces tenues que nadie quisiera conocer. Un hombre de 45 años se recupera de su primer infarto de miocardio y el médico empieza a preguntar:

-Dígame, ¿usted fuma?

-No, doctor: fumaba.

-¿Y cuándo dejó?

-Hoy.

La anécdota, un hecho real contado por Adrián Charask, cardiólogo de la Sociedad Argentina de Cardiología, es una entre miles.

Justo en el límite entre la vida y la muerte, las decisiones son rápidas y cuando se trata de cigarrillos, parece que el único modo de abandonarlos es sentir que esos latidos defectuosos del corazón o ese aire que circula torpemente por los pulmones pueden ser los últimos. Nadie recostado sobre una cama de terapia intensiva quiere engrosar la lista de las 40 mil personas que, según el Programa Vigía del Ministerio de Salud de la Nación, mueren anualmente en la Argentina por causa del tabaco. Para esos pacientes asustados que prometen no fumar más, el futuro puede ser mejor. El problema es para aquellos que, envueltos en humos de 1, 2, 3 o más atados por día, dañan su corazón, sus pulmones, su vida, en cada pitada. Y no es una manera de decir. La Organización Panamericana de la Salud asegura que el 34 por ciento de las mujeres y el 46,8 por ciento de los hombres argentinos fuman y que los chicos empiezan a comprar cigarrillos para uso propio entre los 10 y los 15 años.

El consumo pasivo (el tabaco que inhalan quienes están cerca de un fumador), además, alcanza al 70 por ciento de los niños y adolescentes. Esos números ubican a la Argentina como el país de América latina con mayor porcentaje de fumadores. Personas que son capaces de deshacer entre sus dedos un promedio de 17 cigarrillos por día. Un primer puesto que no parece quitarle el sueño a nadie. No es que aquí no se haga nada sobre el tema pero teniendo en cuenta esos índices altísimos, debería hacerse más.

La política sanitaria argentina tiene menos proyección que un punto. La vida de casi la mitad de la población se está haciendo humo. Y tampoco es una manera de decir.


Diez años menos

La Cámara de la Industria Tabacalera, junto con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, revela otra cifra preocupante: en los últimos 13 años, la venta de paquetes de cigarrillos de 20 unidades aumentó un 10 por ciento en todo el país. En 1990 se vendieron 1.657.000; y en 2003, 1.990.000. Del exterior tampoco llegan noticias alentadoras. A los efectos dañinos que provoca el tabaco: produce cáncer, es el principal factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, destruye progresivamente los pulmones, desencadena un envejecimiento prematuro de la piel -sólo por mencionar algunos de sus efectos- hay que sumarle otro: el fumador vive 10 años menos. Lo asegura una investigación inglesa sobre 35 mil médicos a lo largo de 50 años. Si produce tanto mal, ¿por qué cada vez hay más gente que fuma? ¿Por qué cuesta tanto dejar de fumar?

A Enrique Fisch, un comerciante de 70 años que vive en Palermo, las estadísticas le importan tanto como la tasa de interés en la Isla de Pascua, pero se anima a ensayar una explicación para el fenómeno del tabaquismo: "Mirá, cuando yo era joven, nadie te decía que fumar era malo. Para los de mi generación, el que fumaba era un piola que, tal vez, como en los avisos publicitarios, manejaba un buen auto o estaba con la chica más linda. El que no fumaba era medio raro porque para ser hombre había que fumar. Y yo casi me muero por el cigarrillo. Fumé durante 40 años, hasta que cumplí los 55. Me costó dejar porque esto es un vicio y los cigarrillos están preparados para ser más adictivos. Ahora ya no busco calidad de vida, busco calidad de muerte: no me quiero morir sufriendo, la muerte de un fumador está cargada de angustia, no quiero ni ver un cigarrillo."


El circuito de la adicción

Silvio Najt es un cardiólogo curioso e informado. Y de tabaquismo sabe mucho. Sabe que muchas de las personas que no pueden dejar de fumar están atrapados por la adicción: "Daniel McGehee, neurobiólogo de la Universidad de Chicago, describió el mecanismo cerebral de recompensa (la clave de la adicción al tabaco) como un centro donde se ejecutan acciones que tienen que ver con actividades saludables, tener sed y satisfacerla con bebida; tener hambre y satisfacerla con comida. Cuando aparecen las drogas (entre ellas, la nicotina) se produce el mismo mecanismo. El fumar activa el circuito de recompensa diciéndole a nuestra mente/cuerpo que vuelva a repetir ese proceso". (Ver detalles en infografía).

Eso explica por qué el fumador estás sometido a varias condiciones que lo obligan a retornar una y otra vez a la nicotina. "La droga inhalada ingresa con una velocidad increíble al sistema nervioso (en 7 segundos) y luego desaparece casi tan rápido como entró: a la media hora de la última pitada ya no se detecta nicotina en sangre. Por eso el fumador comienza rápidamente a padecer un cuadro de abstinencia", puntualiza el doctor Najt.

Así se transforma en presa de una adicción que no está relacionada con ninguna de sus capacidades. Es común pensar ¿por qué fulanito/a, que es tan inteligente, fuma? Lo más probable es que no quiera dejar o que tal vez lo intente y no pueda porque su grado de adicción está catalogado entre moderado y alto.


"Quiero dejar y no puedo"

Sin embargo, esa persona inteligente o quien no lo sea tanto, la que tenga autoestima alta o baja (todos), pueden dejar de fumar. A veces sólo es cuestión de voluntad (proponérselo un día y cumplirlo), de pasar un susto (después del primer infarto la vida es distinta) o de buscar un buen método que se adapte a su perfil de fumador.

"Yo no sé cómo hacer, fumo un atado por día: a mí me encanta pitar", se desespera Liliana Pérez, una empleada pública de 42 años que vive en Monte Grande con una hija de 16 que no le va en saga en su adicción. Sus primeras pitadas las dio en el secundario, en esas clásicas saliditas a la esquina para asomarse al mundo de los adultos. Tenía 14 años y como sus papás también fumaban le parecía que nada estaba fuera de lugar. Su médico le dijo la semana pasada que fuera pensando seriamente en abandonar el hábito. Ahora mismo está reunida con otros adictos o ex adictos al tabaco en un grupo de autoayuda de Sin pucho, una asociación antitabáquica. "Sólo dejé de fumar durante mis 9 meses de embarazo pero a la semana ya estaba prendida de nuevo. ¿Sabés qué pasa? A mí me da terror dejar porque tengo miedo de empezar a engordar", se desespera otra vez. Daniel De Girolami, médico y CEO de aprenderacomer.com, sabe que ese miedo a engordar es algo recurrente en los fumadores.

"Es cierto que el tabaquismo acelera un poco el gasto energético del organismo por el efecto de la nicotina sobre la frecuencia cardíaca; esto hace que quien fuma gaste algunas calorías diarias extra (las que dejan de quemarse cuando se deja de fumar).

Por otra parte, el tiempo que a veces se dedica a pitar, cuando se abandona el hábito, se suele reemplazar por otro vicio oral: la comida. En suma, se gastan un poco menos de calorías y se ingieren un poco más, la combinación perfecta para aumentar algún kilito si no se tienen en cuenta esos aspectos", explica. Para solucionar ese tema sólo es cuestión de buscar el asesoramiento de un nutricionista.


Fumando desespero

Otra palabra que siempre está presente en el discurso de los fumadores es ansiedad. Silvia Bitrán, una psicóloga social de 47 años que perdió a su marido hace seis años por un cáncer de pulmón, dice que el cigarrillo es como un bastón. "Sí, es un bastón porque lo usás para todo: para reír, para llorar, para salir, para no salir, para esperar, para desesperar, para leer, para no leer, para mirar televisión, para no mirar televisión. Es muy adictivo, te da ansiedad, no podés parar... Yo dejé porque después de la muerte de mi marido me di cuenta de que si no me cuidaba mi hijo se iba a quedar huérfano. Hace tres años y medio que no fumo y creo que ya es un tema superado en mi vida", relata. ¿Se podrá controlar esa ansiedad?

Gustavo Bustamante, médico de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad, dice que sí, que lamentablemente son muchísimos los ansiosos que fuman: "La ansiedad genera mayor alerta. A las personas que sufren dismorfia corporal, que tienen miedo de engordar, el fumar les sirve como un método para mantener su peso. Parece que la preocupación es tan elevada que la utilizan como elemento neutralizador de la obesidad". El componente psicológico tampoco está ausente. Para Bustamante, "hay situaciones en las que se fuma más, los investigadores Ashton y Stepney las encuadran en fumar como herramienta psicológica". El ejemplo clásico es utilizar al cigarrillo como muletilla para hacerle frente a ciertas situaciones difíciles, como una espera dramática. La persona siente que si no fuma se pone más ansioso.


El factor estrés

Quienes padecen altos niveles de estrés también son más vulnerables al tabaco. "Vi pacientes que a pesar de tener intenciones claras de dejar de fumar, lo hacen antes de un examen o de una cita importante. El estrés les juega en contra porque es un factor de aumento en las recaídas ante la adicción", destaca Bustamante. Nicolás Rodríguez Acosta, un estudiante del CBC, de 19 años, que tiene en su campera un atado a medio terminar y representa a la nueva generación de fumadores, es otra presa del tabaco.

¿Y vos por qué fumás?

Empecé para hacerme notar, haciéndome el rebelde. Pero sé que lo tengo que dejar. Cuando le conté a mi papá que fumaba me dijo: "Sos un tarado".

Fuente : clarin.com

 

 

 

 

 

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