Nueva teoría acerca de la creación del Sol y de la Tierra
Durante
años los astrónomos han pensado que el Sol y el Sistema Solar se
formaron de manera aislada, escondidos en una tranquila y oscura
esquina de una nube insterestelar.
Sin embargo, el
análisis de nuevas imágenes y de algunos meteoritos apuntan a que,
lejos de esta visión tranquila, el Sol se formó en un violento
entorno nebular, siendo el resultado del caos que acarreó la intensa
radiación ultravioleta y las potentes explosiones que acompañaron
las cortas pero espectaculares vidas de estrellas muy masivas y
luminosas.
El Sistema Solar se habría formado a partir de una densa nube
molecular en la que se formaron tanto estrellas de poca como de
mucha masa.
Cuando las estrellas más masivas se forman, éstas empiezan bombear
grandes cantidades de energía que influyen en los mecanismos de
formación de estrellas tipo Sol en los alrededores.
La estrella masiva emite una intensa radiación ultravioleta que
ioniza el gas que existe a su alrededor y lo aleja de ella. Ejemplos
de este proceso son la Nebulosa del Águila, la de Orión y la
Trífida.
La onda de choque asociada comprime el gas que rodea a la región de
gas ionizado y como consecuencia, se forman nuevas estrellas de
menos masa.
Después de miles de años encontramos una estrella poco masiva (como
nuestro Sol) y el disco protoplanetario que la rodea embebidos en un
gas poco denso que no le protege de la intensa radiación
ultravioleta de la estrella masiva.
Esta estrella acaba muriendo en un proceso violento llamado
supernova. Cuando una supernova explota esparce por el sistema
planetario en formación gran cantidad de elemento químicos recién
sintetizados, y que han sido detectados en los meteoritos, apoyando
la plausibilidad de esta teoría
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