El pasado jueves, el príncipe
Guillermo sopló 30 velas y, después de recibir dos
'regalos' de esos que nunca se olvidan (la herencia de su madre, la
siempre recordada y querida princesa Diana, de casi 12 millones y
medio de euros y una de las casas de campo de Sandringham por parte
de su abuela, la reina Isabel), el fin de semana le esperaba la
mejor de las sorpresas.
Su esposa, la duquesa de
Cambridge, conoce a su marido a la perfección y sabe que
una de sus mayores aficiones son los deportes acuáticos, así que
preparó dos días llenos de diversión y mucha adrenalina en los que
estuvieron acompañados del príncipe
Harry y varios amigos íntimos, entre los que se encontraba
Thomas van Straubenzee,
según informa el diario The Sun.
A pesar de las malas condiciones meteorológicas, la lluvia no dio
tregua y el mar estaba revuelto, disfrutaron como niños del surf,
las lanchas y diferentes juegos en las aguas cercanas a su
residencia en la isla de Anglesey (Gales), donde después los duques
de Cambridge ejercieron de anfitriones y ofrecieron a sus amigos una
suculenta y abundante cena casera.
"La mayoría de personas que
cumplen 30 años y heredan 12 millones de euros, lo último que harían
sería pasar un fin de semana en congelándose en el mar de Gales,
pero esto fue típico de Guillermo", declaró una fuente al
diario británico. Sin duda, una celebración de cumpleaños mucho más
íntima y personal para estar con los suyos y desconectar.