Que se sepa, la última vez que Marilyn Monroe interactuó con otra
persona corría el verano de 1962 y el icono del siglo XX en ciernes
andaba rodando Something's gotta give con George Cukor.
Luego vendría el suicidio, el mito y el monopolio del concepto
glamour en las mentes del mundo entero. Y ahí, entre casas de
subastas y coleccionistas y la encandilada memoria colectiva, quedó
la cosa.
Hasta que llegó Twitter.
Esta semana, la red social ha
otorgado a
@Marilyn Monroe, una cuenta creada el 11 de marzo del año
pasado, el distintivo más sagrado en su haber: el
tic azulado de una cuenta validada, el que asegura
que, a ojos de Twitter, la persona que está detrás de los tuits
es quien dice ser y no un imitador. Ese tic indica que
la cuenta es Marilyn Monroe. Vivita y tuiteando a estas
alturas de 2012.
En realidad, ese misterioso
distintivo es fruto de un carácter comercial que no siempre se
le atribuye a Twitter pero que está ahí. Quien escribe en nombre
de Marilyn es
Authentic Brands Group, una agencia de márketing
especializada en propiedad intelectual que hace año y medio se
hizo con los derechos de todo lo relacionado con la actriz
por unos 20 o 30 millones de dólares. Lo mismo que hacen los
herederos de
Bob
Marley,
Elvis Presley y
Michael Jackson cuando tuitean en sus sacrosantos nombres.
Hay que hacer un par de
consideraciones para terminar de entender todas las aristas del
caso. La primera de todas,
la ola de popularidad póstuma que está disfrutando Marilyn
últimamente, 50 años después de su muerte. Es achable a la
confluencia del comentadísimo biopic
My week with Marilyn, la campaña para la que Dior la
resucitó digitalmente en septiembre de 2011, y el hecho de que
el piloto de la serie Smash, cuyo estreno este lunes
congregó a 11,5 millones de espectadores en EEUU, gire
alrededor de un musical sobre ella. Estamos hablando, pues, de
una marca comercial de alto nivel.
A eso hay que sumar la ambivalencia de
Twitter ante las cuentas falsas de personajes púbicos, vivos o
muertos. A estos últimos o se reconoce directamente como parodias
(está George
Washington,
Franco, incluso
Darth
Vader) o sencillamente se les pierde de vista (ya no está la
cuenta de Liz Taylor, esa tan conocida por ganar unos 100.000
seguidores 24 horas después de su muerte). La cosa se complica con
las cuentas de las celebridades vivas. Con ellas, todo vale. Algunas
han seguido activas después de la muerte del dueño (Amy
Winehouse) y otras nunca han tenido nada que ver con él. Ahí
está la
historia de Tommasso Debenedetti, el periodista freelance
italiano que en enero de este año suplantó, con relativo éxito, a
cinco ministros españoles y dio lugar a aberraciones tuiteras como
cuando invitó oficialmente a Rupert Murdoch a venir a España a
opinar sobre la situación económica.
Ante este tipo de cuentas es más
fiable el sentido común que el criterio de Twitter. Primero porque
famosos, sobre todo los no estadounidenses, no se han molestado en
contactar con la red social para que esta valide su presencia (el
trámite requiere entregar dos direcciones de e-mail
personales, un número de teléfono y tener al menos 5.000
seguidores).
Pero también porque Twitter puede
equivocarse. A finales de 2011, su propio co-fundador. Jack Dorsey,
se encargó de validar la llegada del magnate de los medios de
comunicación
Rupert
Murdoch. Lo que delegó en su secretaria fue la cuenta de su
esposa, la flamante asiática
Wendi Deng. Al final, se terminó validando la cuenta más
reciente, la que no paraba dirigir tuits a Murdoch (este le
contestaba, todo sea dicho) y de tontear con el cómico Ricki
Gervais.
Hubieron de pasar 24 horas hasta que
el londinense que estaba escribiendo esos tuits confesara que era
falsa. Resulta que la verdadera cuenta de Deng era otra creada y
abandonada hacía meses y durante un día se había estado poniendo
palabras en su boca. Twitter
se escudó diciendo que hubo un malentendido porque todo había
ocurrido entre Nochebuena y Nochevieja, cuando parte de su personal
estaba de vacaciones, y no pudieron contactar con la secretaria de
lady Murdoch.
La
falsa Deng borró los tuits publicados en nombre de la verdadera
y la red social se negó a volver a hablar del tema.
Por estas cosas tenemos hoy a
Marilyn Monroe tuiteando entre los vivos. Porque se trata una
sinécdoque única entre marca, leyenda y persona real. Justo lo que
era Marilyn en vida.