El uso de la fuerza es la suprema justificación del castrismo,
que apalea y agrede mujeres en manifestaciones pacíficas, que ha
causado la muerte de disidentes que se declaran en huelga de hambre.
El veto de dos dictaduras, Rusia y China, impidió condenar al
régimen sirio por la sangrienta represión que está llevando a cabo y
que ha costado la vida a más de seis mil personas en los últimos
diez meses, cifra de espanto pero que proporcionalmente es menos de
la mitad de la que se registra en nuestro país al año.Entre
viernes y sábado los esbirros del régimen mataron a casi trescientas
personas, muchas de ellas baleadas por francotiradores que desde
lejos disparan a todo el que se mueve en las calles. En una escena
desgarradora, un joven que intenta cruzar una calle corriendo, cae
al pavimento, asesinado por el solo hecho de estar allí, de cometer
la imprudencia de moverse.
Ninguno de los déspotas del Medio Oriente está dispuesto a dejar
el poder sin montar una carnicería, como la perpetrada por Gadafy,
al que terminaron matando como a un perro; la de Yemen con Saleh; la
iniciada por Mubarak, ahora enjuiciado; la de Bahrain, que logró
sofocar las revueltas populares, y así ad nauseam: el poder les
llegó por "la gracia de Dios" (o porque "Dios es gracioso" como
decían de Franco) y por lo mismo todo es válido para sostenerlo.
El uso de la fuerza es la suprema justificación del castrismo,
que apalea y agrede mujeres en manifestaciones pacíficas, que ha
causado la muerte de disidentes que se declaran en huelga de hambre
y que, de ser necesario, sofocaría protestas populares a sangre y
fuego.
Los rusos y los chinos salieron a defender a Al Assad, el
dictador sirio que acusa a "grupos terroristas" del baño de sangre,
por lo de "ahora por ti, mañana por mí": en la actualidad hay
manifestaciones masivas de repudio contra el actual Zar de todas las
Rusias, Vladimir Putin, como están surgiendo focos de descontento y
rebelión en varias regiones de China donde no pueden llegar
periodistas occidentales.
Adicionalmente en China se ha recrudecido la persecución de
disidentes, a los que se captura y condena a penas de cárcel, aunque
menos brutales que las aplicadas por los Castro en Cuba.
Recordando la frase de Lord Acton, "el poder corrompe y el poder
absoluto corrompe absolutamente", el poder sin control también
enloquece al igual que una mortífera enfermedad que ciega el
entendimiento, aniquila la decencia, aplasta la moral y provoca los
más repugnantes excesos.
Se avanza lentamente en la ruta a la libertad
Durante la primera mitad del siglo pasado Hispanoamérica sufrió
dictaduras y muy pocos países –Chile, Uruguay y Costa Rica--
escaparon a la maldición. Algunos de esos despotismos, entre los que
sobresale la República Dominicana, llegaron a extremos espantosos de
represión que ni siquiera se han duplicado en la Cuba de Castro.
Nunca hubo condenas a nivel internacional contra las dictaduras,
pues también en Europa, en Japón y gran parte de Asia, ocurría
igual: los peores excesos de crueldad se dieron en la Alemania
nacional-socialista y en la Rusia soviética; Washington convivía con
los regímenes dictatoriales al sur de sus fronteras al mismo tiempo
que proclamaba "las cuatro libertades" pero entregó a Stalin a los
disidentes rusos que se habían refugiado en Europa oriental después
de la toma del poder bolchevique.
La historia registra avances y retrocesos en lo que toca a la
libertad. Retomar la buena marcha es el desafío de esta generación.