El forense Francisco Etxeberria (Beasain, Gipuzkoa, 1957) ha
visto muchos huesos en su vida profesional: los de los jóvenes
vascos Lasa y Zabala, asesinados por los GAL en 1983; los del
expresidente chileno Salvador Allende, cuyo análisis le permitió
concluir en 2011 que no había sido asesinado, sino que se había
suicidado; los de centenares de fusilados del franquismo, cuyos
restos rescata de las cunetas desde hace 12 años... Y cuando
llegaron a sus manos los restos hallados en las cenizas de una
fogata en la finca de Las Quemadillas (Córdoba) —propiedad de la
familia de José Bretón, padre de los niños desaparecidos Ruth y
José— no dudó: son restos humanos y pertenecen a dos niños de
dos y seis años, asegura su informe. Un análisis que contradice
el que la Policía Científica elaboró en noviembre de 2011 y que
aseguraba que esos mismos restos pertenecían a animales,
concretamente, a “roedores y pequeños carnívoros”.
Varios
expertos que han tenido acceso a esos restos aseguran que “a
simple vista” se veía que no eran de animales, sino humanos, por
“la forma anatómica”.
Para elaborar su informe, Etxeberria analizó unos dos
centenares de trozos de huesos, todos muy pequeños, incluso del
tamaño de una uña, y nueve dientes. Lo hizo a petición de la
familia materna de los niños y con la autorización del juez que
lleva el caso.
Los restos, según explica el informe, están incinerados por
lo que “es absolutamente imposible su análisis genético, solo
cabe el morfológico”. Es decir, que la molécula de ADN fue
destruida por las altas temperaturas que alcanzó la hoguera,
pero no obstante sí es posible determinar con precisión la edad
de las víctimas: dos y seis años, la que tenían los pequeños
Ruth y José cuando desaparecieron, hace casi once meses.
El estado de los restos no permite averiguar las causas de la
muerte, es decir, si los niños murieron antes o después de ser
arrojados a la hoguera. Tampoco permite determinar el sexo. Pero
la conclusión del informe forense es clara: “Se trata de una
muerte violenta de tipo homicida desde el punto de vista médico
legal”. Los cuerpos de ambos niños ardieron a 800 grados. La
hoguera se hizo a conciencia por alguien que sabía lo que hacía
porque a esa temperatura los huesos se incineran y es imposible
que se conserve ADN con el que realizar una posterior
identificación genética.
Los restos que Etxeberria ha analizado son exactamente los
mismos que examinó la responsable de Antropología Forense de la
Comisaría General de Policía Científica. La inspección policial
en el terreno se hizo el 10 de octubre del año pasado. El
informe que aseguraba que los restos hallados eran de roedores
es del pasado noviembre. El del forense Etxeberria del 17 de
agosto. Se hizo en tres días.
El error, cometido al principio de la investigación, habría
alargado innecesariamente la incertidumbre y el sufrimiento de
la madre de Ruth y José, además del coste para el Estado de toda
la investigación inútil fuera de Las Quemadillas.
Fuentes conocedoras de la investigación aseguran que la
policía que inspeccionó la finca tras la desaparición de los
niños “siempre estuvo convencida de que los niños estaban ahí”,
incluso después del informe de la responsable de Antropologia
Forense de la Comisaría General de Policía Científica que
aseguraba que los restos pertenecían a roedores.
“Es un error garrafal”, asegura otro reconocido experto
conocedor de los informes y que prefiere ocultar su nombre. Los
dientes humanos se reconocen a simple vista sin necesidad de
hacer análisis específicos para diferenciarlos de los de
animales, explica.
Etxeberria, profesor titular de medicina legal en la
Universidad del País Vasco y subdirector del
Instituto
Vasco de Criminología, es un reconocido forense que ha
participado en más de un centenar de exhumaciones de fosas del
franquismo, entre ellas, la primera que se hizo en España con
técnicas científicas, la del abuelo de Emilio Silva, fundador de
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, en
octubre del año 2000. Cuenta con amplia experiencia como perito
judicial dentro y fuera de España. Ha asesorado a la comisión de
derechos humanos que investigó los crímenes cometidos durante la
dictadura de Pinochet en Chile. Y fue designado para hacer lo
mismo en la frustrada comisión de expertos que debía asesorar al
exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón en la
investigación de los crímenes del franquismo, nombrada en
octubre 2008. “Nuestra labor es la de aportar trozos de verdad
que forman el rompecabezas que ha de resolver el juez”, declaró
el forense Etxeberria entonces.
Su verdad sobre el caso de la desaparición de los niños Ruth
y José está ahora sobre la mesa del juez. El puzle apunta ahora
al peor de los desenlaces. Y pudo resolverse hace casi 11 meses.
Difícil material genético
El calor destruye la molécula de ADN, eso está claro.
Lo que no se sabe con exactitud es a qué temperatura se
produce la destrucción completa, explica el biólogo
Carles Lalueza-Fox, experto en ADN del Instituto de
Biolog
ía
Evolutiva (Universidad Pompeu Fabra). No existe una
tabla hecha a partir de experimentos con huesos
incinerados para ir determinando la destrucción del
material genético diferentes temperaturas. “Pero si es
mucho calor… es muy difícil que se conserve ADN, por eso
apenas hay datos genéticos, por ejemplo, de los romanos
o de los celtas, que incineraban a sus muertos”,
continúa este especialista.
Los científicos, incluso cuando hacen investigaciones
de ADN en fósiles de hace miles de años, recurren a
huesos o dientes, en cuyo interior ha podido preservarse
el material genético. Pero en el caso de los restos
hallados en la finca ….. “si se han quemado a altas
temperaturas, los dientes pueden estar agrietados…. no
creo que los huesos estén perfectos”, comenta Lalueza-Fox,
que considera poco probable encontrar material genético
en los restos si efectivamente fueron quemados a 800
grados centígrados.
Los científicos suelen intentar
buscar ADN precisamente en los dientes, ya que la
dentina y el esmalte suponen una cierta protección, y si
no, en los huesos gruesos, los de aguantan el peso del
cuerpo. Cuando se logra ADN en una muestra, el
procedimiento normal de laboratorio en los análisis de
identificación es amplificar el material genético
obtenido para realizar los análisis comparativos con las
muestras de material genético de familiares, siempre en
regiones específicas que son muy variables de individuos
a individuo. En identificación forense en el estudio se
suele utilizar el cromosoma Y (masculino) para la
comparación con el padre y el ADN de la mitocondria,
para la madre. La mitocondria es un orgánulo de la
célula, externo al núcleo que se hereda exclusivamente
por vía materna. Fuente