Si el mexicano Carlos Slim y los estadounidenses Bill Gates y
Warren Buffett son los tres hombres más ricos del mundo en 2011
según la revista Forbes, solo uno de ellos,
Gates, ha conseguido pasar a la historia como uno de los
hombres más acaudalados de todos los tiempos.
El fundador de Microsoft entró en el Olimpo de los
multimillonarios en 1999, cuando su imperio informático le permitió
amasar una fortuna de más de 124.000 millones de dólares. Poco más
de una década después, su salida de la presidencia de la compañía y
sus esfuerzos filantrópicos han mermado su riqueza a la mitad.
Comparado con los grandes millonarios de la historia, Gates sería
poco más que un nuevo rico. El genio informático apenas ha llegado a
reunir una décima parte de la fortuna que el
aristócrata romano Marco Licinio Craso amasó gracias a la
especulación y el tráfico de esclavos.
Muchos historiadores consideran a Craso como
el hombre con mayores riquezas desde que el mundo es mundo. Su
capital, según los escritos, llegó a alcanzar los
170 millones de sestercios, lo que equivaldría —ajustada la
inflación— a más de 1,3 billones de dólares
actuales. Si fuera un país, estaría entre
los 15 más ricos del mundo con una capacidad económica similar
al PIB español.
A pesar de su proverbial riqueza, ansiaba la gloria militar.
Craso aplastó la revuelta de los esclavos liderada por Espartaco y
lideró una campaña contra los sirios en la que encontró la muerte,
junto a su hijo y varias legiones, en la Batalla de Carras. Su
codicia era tal que, según cuenta la leyenda, sus enemigos le
cortaron la cabeza, la rellenaron de oro y exclamaron: "Bebe oro, ya
que sediento fuiste de él".
Algo similar le sucedió al general macedonio
Alejandro Magno. El gran conquistador se sitúa en el
segundo puesto de los más ricos de todos los
tiempos. Fue rey de Grecia, pero su ansia da poder y riqueza le
llevó a conquistar Asia y Egipto. Su victoria sobre el Imperio Persa
le llenó de oro, pero también marcó el principio de su fin. El poder
económico del que fue amo y señor del mundo civilizado llegó a ser
similar al de Craso.
Millonarios modernos
Menos sangrienta es la historia del gran millonario de la edad
contemporánea: el magnate del petróleo John
Rockefeller. Acumuló una inmensa fortuna, que en
1913 rondaba los 318.000 millones de dólares,
gracias al monopolio del petróleo que ostentó la Standar Oil en
Estados Unidos, hasta que fue troceada en 34 compañías
independientes.
Su nombre continúa siendo sinónimo de millonario, aunque también
es justo reconocerle como uno de los mayores filántropos de la
historia. Sus generosas donaciones
contribuyeron al imparable avance de la ciencia y las artes. El
Rockefeller Center de Nueva York se mantiene
como emblema del poderío económico de
la dinastía más famosa de principios del siglo XX.
Otro estadounidense y empresario de las materias primas,
Andrew Carnegie, se sitúa como cuarto hombre
más rico de esta particular lista histórica. De origen escocés,
Carnegie acumuló casi 300.000 millones de dólares
gracias al comercio de acero en la época de
florecimiento del ferrocarril.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Carnegie levantó un
gigantesco imperio de fabricación de esta aleación de hierro y
carbono, que suministró desde los raíles de los trenes que
conquistaron el Oeste hasta las vigas de los primeros rascacielos de
Nueva York. La fortuna de Carnegie llegó a
equivaler al PIB de Dinamarca o Grecia. Eso sí, el bueno de
Andrew donó el 90% de su hacienda,
inaugurando la época de los grandes filántropos, que hoy continúa
Bill Gates.