Tres días después de que la agencia Standard & Poor's decidiera
rebajar la calificación crediticia de la deuda soberana del tesoro
norteamericano, el presidente Barack Obama ha comparecido
formalmente en la Casa Blanca para defender la solvencia prestataria
de su país. "Los mercados bajan y suben. No importa lo que diga una
agencia de calificación. Estados Unidos es y siempre será un país
AAA", ha dicho Obama, en un discurso en el que trató de aplacar el
nerviosismo vivido el fin de semana por la ciudadanía
estadounidense, los mercados internacionales y los prestamistas como
China, el mayor propietario de deuda norteamericana, que el sábado
denunció la "adicción al crédito" de Washington.
El presidente, que se dirigido a la nación sin admitir preguntas,
ha ofrecido a los republicanos un pacto bipartidista para asumir las
reformas que no se culminaron en las negociaciones sobre la
extensión del techo del límite de endeudamiento del gobierno,
finalizadas dentro de plazo el pasado dos de agosto. Criticando las
cruzadas ideológicas y el unilateralismo de los elementos más
radicales del Congreso, en la órbita del movimiento ultraconservador
del Tea Party, Obama ha propuesto llegar a reformas de envergadura
consensuadas con los líderes republicanos.
"No necesitábamos que una agencia de calificación viniera a
decirnos que el atasco que se ha vivido en Washington en los pasados
meses no ha sido constructivo", ha dicho el presidente. A parte de
una vieja exigencia demócrata, la de reformar el sistema tributario
para gravar más a las rentas más altas, el presidente ha admitido
que sería necesario incluir en ese acuerdo una reforma de los
servicios sociales. Llegó a nombrar expresamente un programa que
hasta la fecha ha sido un anatema para su partido: el de la reforma
de Medicare, el único seguro público que ofrece algunos subsidios en
materia de atención médica a los ancianos.
En julio, la facción más radical del Partido Republicano
convirtió las negociaciones del límite de endeudamiento público en
un ultimátum de recortes al presupuesto federal de EE UU.
Condicionaron la aprobación de la medida a reformas integrales y
esenciales del estado norteamericano. Nunca en el pasado había
ocurrido algo semejante. Pasados presidentes habían aumentado ese
techo sin problema. Reagan lo hizo 18 veces y George W. Bush, siete,
según la propia Casa Blanca.
Obama sólo pudo hacerlo a horas de que venciera el plazo y
evitando 'in extremis' que Washington se declarara oficialmente en
suspensión de pagos, después de aceptar tres billones de dólares en
recortes durante la próxima década. La mayor parte de esos recortes
se deberá consensuar ahora en un comité bipartidista del Congreso,
que se formará cuando acabe el receso de agosto.
La agencia S&P utilizó el caos político de los pasados meses como
una de las principales medidas para justificar
la rebaja de la calificación de EE UU, de AAA a AA+. Durante el
fin de semana, diversos portavoces de la Casa Blanca y del Tesoro
criticaron a la agencia por lo que calificaron de precipitación.
Obama ha citado a uno de sus principales asesores en materia
económica para reafirmar la solvencia norteamericana: "Como [el
inversor] Warren Buffett mantiene, EE UU es un país que, si la
hubiera, merecería [una calificación] de cuatro A. Muchos inversores
y yo coincidimos con él".
Posteriormente, el presidente ha criticado que la agencia hubiera
empleado argumentos políticos para evaluar la solidez financiera de
la nación norteamericana. "El viernes recibimos esa rebaja... no
porque [S&P] dude de nuestra capacidad de pagar nuestras deudas...
sino porque duda de la capacidad de acción de nuestro sistema
político", ha añadido. A pesar de ello, ha hecho un llamado en
repetidas ocasiones a una mayor capacidad de consenso por parte de
los dos partidos políticos, sobre todo para pactar los recortes al
gasto público que comenzarán en unos meses. "Hacer esas reformas no
requiere grandes compromisos", ha dicho. "Requiere sentido común y
compromiso".