"Esta fue primero una crisis financiera muy modesta, después mutó
en crisis económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis
de divisas. Y esto no ha terminado..." La frase es del polémico
economista Nouriel Roubini. La pronunció en diciembre de 2010 y la
recogió este periódico en una entrevista. Roubini, tantas veces
acusado de catastrofista acertó: la crisis, compleja y profunda, no
ha terminado. Hoy, cuatro años después de su primer fogonazo -el de
las hipotecas basura-, la crisis continúa.
El relato más usual pone el foco para iluminar el estallido en el
verano de 2007, cuando aflora el problema de las hipotecas basura en
EE UU. Pero conviene mirar más atrás. Como poco, hasta llegar a los
acontecimientos -no solo económicos- que se registraron con el
cambio de siglo y de milenio. Fue el momento (año 2000) del
estallido de la llamada burbuja de las empresas puntocom, de gran
impacto en los mercados bursátiles; de la escalada de los precios
del crudo, que habían marcado mínimos en el año 1998 y de la
histórica sacudida -año 2001- que supuso el ataque al World Trade
Center de Nueva York.
¿Por qué sitúan muchos analistas el foco del inicio de la crisis
más de una década atrás? Porque fue el momento en el que la gran
potencia, EE UU, tomó las decisiones -políticas, económicas y
militares- que han enmarcado el discurrir de las finanzas y de la
economía mundiales.
La primera potencia mundial, atacada por primera vez en su
territorio, conmocionada por el derrumbe de las Torres Gemelas, todo
un símbolo del capitalismo globalizado a partir de los 90 (Francis
Fukuyama, El Fin de la Historia), apostó por la desregulación
de los mercados, las bajadas de impuestos y de tipos de interés y la
expansión del crédito. Fue una apuesta, o más bien una respuesta, a
la imagen de una potencia en horas bajas que, por vez primera
mostraba flancos débiles inéditos. Pero fue Wall Street quien se
apropió de la respuesta, la modeló y la gestionó. A su antojo. El
crédito registró una expansión estratosférica. Los menores costes de
los préstamos y la sencillez de obtenerlos disparó el precio de la
vivienda, que prácticamente se duplicó en EE UU entre los años 2000
y 2006.
Tipos bajos, dinero abundante y control laxo hicieron de
semillero de las burbujas que explotarían en el verano de 2007 y de
2008, con la quiebra del gran tótem: Lehman Brothers. De
pronto, la globalización feliz de final del siglo XX, con la
incorporación de China al capitalismo global en forma de la Gran
Fábrica del Mundo, mostraba grietas profundas.
Para muchos analistas, la quiebra de Lehman Brothers supone para
el sistema capitalista lo que supuso para el comunismo la caída del
muro de Berlín en 1989. Con Lehman, EE UU anunció el mayor plan de
rescate de la historia (se autorizó al Tesoro de EE UU a emplear
hasta 700.000 millones de dólares para apoyar a la banca en apuros,
más otras medidas de la Reserva Federal por otros 800.000 millones).
Se trataba de apretar al máximo, -para impedir su quiebra- lo que
muchos analistas definieron como el eslabón más débil de ese
capitalismo global: un sistema financiero, anormalmente hinchado,
enfermo.
Desatado el pánico, los Estados se vieron obligados a dedicar
ingentes cantidades de dinero a apoyar a un sistema que se venía
abajo sin que nadie, por cierto, asumiera grandes responsabilidades.
El Nobel de Economía, Joseph Stiglitz lo resumió en Davos (Suiza):
"Los bancos asumieron riesgos excesivos. Los empresarios se
endeudaron demasiado. Los reguladores permitieron todo eso. Y ahora
los contribuyentes tienen que acudir en su ayuda para limpiar toda
la basura, lo que disparará la deuda del Estado y acabará teniendo
consecuencias sobre los bienes públicos como la sanidad".
Se cumplió. El endeudamiento, la desconfianza, el cerrojazo del
crédito pasó factura. La economía se paró. En 2009, dos años después
de los primeros espasmos de las hipotecas subprime, la
recesión se enseñoreó de la economía internacional. En el caso de
España, fue el brusco fin de un ciclo expansivo de 15 años. Un drama
porque a la crisis internacional se añadió la crisis propia de un
sistema basado en el ladrillo y en la especulación urbanística. Con
todo, España, por el momento, no ha sido de los países peor parados
en el último capítulo de la crisis, el de la deuda soberana. El
parón económico, el endeudamiento y los desequilibrios fiscales han
acabado en la intervención, para su rescate, de las economías de
Grecia, Portugal e Irlanda. Detrás del desplome global está,
aseguran los críticos del sistema, un modelo basado en bancos que
prestan mucho más dinero del que poseen, lo cual exige, para su
sostenimiento, un crecimiento ininterrumpido de la economía. Como
con la bicicleta, todo marcha mientras se pedalea. El parón equivale
a la caída.
Con esa idea, mantener la cosa en marcha, los Estados han
dedicado ingentes cantidades de dinero, obtenido del endeudamiento,
a sostener entidades que, una vez apuntaladas, exigen altos
intereses para invertir en la misma deuda que en muchos casos les ha
salvado. Un círculo vicioso y empobrecedor que es patente en la
actual crisis de la deuda soberana que afecta a la Unión Europea y
también a EE UU.
Y los desequilibrios se acumulan. En el gran e íntimo
rompecabezas con el que se puede comparar el sistema económico
mundial -íntimo por la estrecha unión de todas las piezas-, se
empiezan a desplazar y mover grandes áreas. Grosso modo, Occidente
acumula cada vez más deuda y Oriente (China y Japón, son los
primeros acreedores de EE UU) cada vez más capital.
Si los desequilibrios se mantienen en el tiempo y se cumplen
pronósticos como los del especialista estadounidense en energía y
medioambiente Richard Heinberg (El fin del crecimiento)
podrían darse profundos cambios en el mundo financiero-corporativo,
con la ruptura del capitalismo global en su forma actual y el
cuestionamiento de la hegemonía de EE UU.
¿Qué esperar, entonces, del futuro? Probablemente, señalan
analistas críticos con el sistema como Ramón Fernández Durán (La
quiebra del capitalismo global 2010-2030) funcionarán
capitalismos regionales, con un fuerte componente estatal, al estilo
de China y, altamente conflictivos entre sí.
De las hipotecas basura a la tragedia
griega
-
9 de agosto de 2007. El Banco Central Europeo
(BCE) inyecta 95.000 millones de euros a 49 entidades
bancarias con problemas de financiación cuyo origen
había que buscar al otro lado del Atlántico. EE UU vive
la crisis de las hipotecas basura que ya se cobraba sus
primeras víctimas. El 18 de julio, el banco de inversión
Bear Stearns había anunciado la quiebra de dos de sus
fondos de inversión respaldados por estas.
- Junio
de 2008. La eurozona entra en recesión en el segundo
trimestre. El BCE toma una decisión polémica en julio,
ya que decide, subir los tipos de interés del 4% al
4,25%.
- 15 de septiembre de 2008. Quiebra de Lehman
Brothers. La administración Bush rechaza intervenir en
el rescate de este banco de inversión. Su caída desató
el pánico en los mercados financieros.
- 2 de octubre de 2008. El Congreso de EE UU
aprueba un plan de rescate de 700.000 millones de
dólares que permite salvar a Goldman Sachs y a Morgan
Stanley. La aseguradora AIG también recibe ayuda
pública.
- 8 de octubre de 2008. Seis grandes bancos
centrales, liderados por el estadounidense y el europeo,
acuerdan rebajar medio punto los tipos de interés. Es un
movimiento de emergencia para amortiguar los efectos del
huracán financiero.
- 15 de noviembre de 2008. Se celebra en
Washington la cumbre del G-20 marcada por la situación
económica global. Estados Unidos y la UE tratan de
regular el sector financiero.
- 5 de marzo de 2009. El BCE fija los tipos de
interés en el 1,5%, la tasa más baja desde que entró en
vigor la Unión Monetaria. Su presidente Jean-Claude
Trichet insistía en "los muchos inconvenientes" que
supondría rebajarlos hasta el 0%.
- 19 de marzo de 2009. EE UU inyecta 1,1
billones de dólares. Ben Bernanke, presidente de la
Reserva Federal de EE UU, lanza medidas para estimular
el crédito al consumo y a las empresas. Los tipos de
interés se mantienen entre el 0% y el 0,25%.
- Enero de 2010. Un informe de Bruselas acusa
a Grecia de haber falseado sus estadísticas en los
últimos años con el fin de maquillar su déficit.
- 2 de mayo de 2010. El Gobierno de Yorgos
Papandreu anuncia un acuerdo con la UE y el FMI para
recibir una ayuda financiera de 110.000 millones de
euros. Por su parte, Atenas deberá recortar 30.000
millones de euros en tres años.
- 18 de octubre de 2010. Angela Merkel y
Nicolas Sarkozy acuerdan la participación de inversores
privados en los rescates de países con problemas
financieros y desatan una tormenta en los mercados.
- 24 de noviembre de 2010. Irlanda pide el
rescate, se convierte en el segundo país en necesitar la
ayuda de la UE y el FMI. Solicita 85.000 millones de
euros y se aprueba un recorte presupuestario de 15.000
millones en cuatro años.
- Enero de 2011. Fitch rebaja la calificación
de la deuda griega a bono basura, algo que ya habían
hecho Moody's y Standard & Poor's.
- 6 de abril de 2011. Portugal es el tercer
país en pedir el rescate. Una ayuda que finalmente
asciende a 78.000 millones de euros.
- 22 de julio de 2011. Bruselas aprueba el
segundo rescate a Grecia. La falta de concreción de las
medidas eleva la presión en los mercados de deuda.
España e Italia sufren el acoso sobre sus primas de
riesgo.
- 2 de agosto de 2011. Estados Unidos aprueba
la elevación de su techo de endeudamiento. La
negociación de mismo había llevado la incertidumbre a
los mercados.
- 6 de agosto de 2011. S&P le quita la triple
A a la nota de la deuda de EE UU y dos días después el
BCE anuncia la compra de bonos españoles e italianos
para evitar la presión de los mercados sobre la deuda de
estos dos países. Fuente