Hay maldiciones que duran cien años y monólogos de superioridad
que se alargan en la historia, incluso aunque no lo demuestres sobre
el césped. Algo parecido debe empezar a pensar el
Real Madrid, que tuvo que
rendirse retratado este
miércoles ante la efectividad, pegada y talento del Supercampeón de
España, el FC Barcelona,
que suma ya diez Supercopas (3-2).
Los blancos fueron mejores, seguramente en los dos partidos, y es
obvio que clamarán justicia deportiva (por dominio y disposición),
pero hace mucho tiempo que olvidaron por el camino el respeto a la
competición (los árbitros son la excusa recurrente), al rival (se
marcharon al vestuario con el pitido final dejando huérfana la
recogida del premio) y a la grandeza de un club ganador (aunque
pierda una y mil veces).
Dejando los detalles feos para el final y las trifulcas sin
sentido, descubrirse una vez ante el espectáculo que representa un
'clásico', en lo deportivo, en el sentido absoluto de la afirmación:
dos superpotencias infinitamente diferentes que quieren ganar,
exclusivamente, a su manera.
Si el ritmo del Santiago
Bernabéu pudo asustar a algunos en el primer envite, lo
visto en el Camp Nou en el segundo 'clásico' de la temporada no
tiene precedentes, con un Real Madrid voraz, ordenado e intenso, que
buscó la selección natural y que se encontró de bruces contra los
aventajados, Messi e Iniesta.
Recuperó Guardiola su espina dorsal (Piqué, Busquets y Xavi) y
apostó por Pedro sobre Alexis, confiando que los de Mourinho pagaran
parte del recital físico del domingo y que rebajaran su osadía. Todo
quedó en una retoque defensivo (Coentrao por Marcelo) y el huracán
entró por la puerta en el minuto 1. Los blancos salivaron con el
silbido inicial y achucharon en campo contrario sin cesar, con
Cristiano probando a Valdés y con medio equipo sobre la chepa de
cualquier jugador culé. Sublime despliegue, infinito desgaste.
Fueron minutos de ensueño, de no descansar. Benzema, Özil,
Cristiano y Di María entrecortaron de nuevo la fluidez de un Barça,
hoy sí, más de toque. Pero el peso y la contundencia blanca sólo
coge cuerpo con goles y ahí fue donde atizó primero el cuadro de
Pep, de la mano de Messi,
el mejor. Apareció de la nada (eso hizo en el primer cuarto de hora,
nada), para regatear a dos contrarios en el eje central, abrirse
hueco y poner un pase con escuadra y cartabón al desmarque de
Iniesta. Para ver una y cien veces, medido, suave y liso. Puesto
ahí, sólo cabía picarla por encima de Casillas para envolverlo y
regalárselo a medio mundo.
El mazazo no tumbó a este Madrid adoctrinado por Mourinho, para
bien y para mal. Lo cierto es que los detalles agrios aparecieron en
la segunda mitad, al final, pues tras el tanto los blancos volvieron
a la carga con el empate de Cristiano en cinco minutos —aprovechando
un disparo al 'bollo' de Benzema, en el área culé, y que Abidal
habilitó con su posición en fuera de juego— y un disparo posterior
del portugués al travesaño tocado por Valdés.
Empezaron las amarillas y el ritmo se frenó, aunque no la
colocación y el intento de conquista visitante. Ahí aprovechó
Messi para abrir más
hueco, primero avisando con un mano a mano errado ante
Casillas; y después con
una sucesión de pasos cortos, pared incluida dentro del área, y una
vaselina sutil sobre el capitán del Real Madrid al filo del
descanso. Injusto, tal vez, pero inmenso.
Movimiento y Cesc como 'arma letal'
Mourinho puso en juego
a Marcelo por el amonestado Khedira (Coentro pasó al centro) y el
Madrid siguió a lo suyo, buscando justicia en el juego a puntos,
pero con ocasiones no demasiado claras (Cristiano y Benzema probaron
suerte muy escorados). Tuvo que volar Sergio Ramos en una nueva
jugada a balón parado (un filón para los blancos esta noche), en el
70, para acariciar el poste derecho de Valdés y terminar de convecer
a su equipo.
Para entonces, Guardiola había comprobado que a Busquets y a
Villa se les había acabado la gasolina (entraron Keita y Adriano),
veía a Messi fallar otro mano a mano con Casillas y preparaba el
debut de Cesc Fábregas. Pero el estreno se produjo un suspiro
después de que Benzema aprovechara un nuevo barullo en el área, a
falta de nueve minutos para el final, para fijar el empate tras una
sucesión de despropósitos en el despeje.
Lo bueno y lo malo,
porque hasta ahí duró el Real Madrid elegante, competitivo y sano.
El Barça y Cesc tardaron siete minutos en elaborar una de tantas
jugadas alegres en su vida, gracias a un pase magistral de Adriano
que remató de volea Messi. Suficiente para eliminar de un 'plumazo'
la posibilidad de prórroga, la superioridad blanca y para demostrar
una vez más que el trabajo de Leo no está lo suficientemente bien
pagado.
En el esperpento no me quiero alargar, porque no es deporte y
empañaría mucho más un grandísimo partido de fútbol. Marcelo se
desquició y desquitó con una entrada criminal a
Fábregas en la banda, vio
la roja y se desató la mundial: enganchón de Özil y Villa (roja para
los dos), intento de 'piquete de ojo' de Mourinho al segundo de
Guardiola (Vilanova), empujones por doquier y
la imagen deplorable de un campeón
sin su subcampeón.
Ficha técnica
3 - Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano,
Abidal, Sergio Busquets (Keita, min.85), Xavi, Iniesta, Pedro (Cesc,
min.82), Villa (Adriano, min.73) y Messi.

2 - Real Madrid: Casillas; Ramos, Pepe, Carvalho, Coentrao,
Xabi Alonso, Khedira (Marcelo, min.45), Di Maria (Higuaín, min.63),
Özil (Kaka, min.78), Cristiano Ronaldo y Benzema.
Goles: 1-0: Iniesta, min.15. 1-1: Cristiano
Ronaldo, min.20. 2-1: Messi, min.45. 2-2: Benzema, min.81. 3-2:
Messi, min.88.
Árbitro: Fernández Borbalán (Comité Andaluz) Mostró tarjeta
amarilla a Khedira (min.28), Xavi (min.42), Mascherano (min.54),
Cristiano Ronaldo (min.54), Pepe (min.62), Sergio Ramos (min.76),
Coentrao (min.85) y roja directa a Marcelo (min.90+4), Ozil (90+5) y
Villa (min.90+5).
Incidencias: Partido de vuelta de la Supercopa de España
disputado en el Camp Nou ante 92.965 espectadores.