El jefe de la
OTAN en Afganistán, al borde de la destitución
El general que manda las
tropas de la OTAN en Afganistán y sobre cuyas espaldas reposa la
estrategia norteamericana en esa guerra, Stanley McChrystal, acude
esta noche en una posición insostenible a la Casa Blanca para
ofrecer disculpas a Barack Obama y a sus principales colaboradores
por las declaraciones descalificadoras contra todos ellos que hizo
recientemente en una entrevista. Esta crisis inesperada constituye
un mazazo para los planes del presidente norteamericano en
Afganistán y una difícil prueba para las relaciones entre los
poderes político y castrense.Si McChrystal no fuera el genio
militar que parece ser y si su retiro no supusiera un quebranto
enorme en la evolución de la guerra en Afganistán, es muy posible
que a estas horas ya habría sido destituido. Pero McChrystal se ha
revelado como un extraordinario estratega. Supo poner en marcha una
ofensiva que evitó lo que se veía como una derrota inminente y
devolvió un cierto optimismo a sus tropas. Por eso, sus
declaraciones a la revista
The Rolling Stone , donde expresa su "decepción" con
Obama y ridiculiza al vicepresidente Joe Biden y a otros
responsables civiles del conflicto, han tenido tan extraordinario
impacto.
Obama citó inmediatamente a
McChrystal a la Casa Blanca, donde este miércoles se reunirá primero
por separado con el presidente y, después, con muchas de las
personas a las que critica en sus declaraciones, entre ellos el
secretario de Defensa, Robert Gates, y el jefe del Estado Mayor de
las Fuerzas Armadas, almirante Mike Mullen, quien se ha confesado
"profundamente decepcionado" por las palabras de McChrystal. También
acudirá a la reunión la secretaria de Estado, Hillary Clinton, la
única que se libra de las críticas del general, que sí incluyen al
enviado especial norteamericano a esa región, Richard Holbrooke, y
al embajador en Kabul, Karl Eikenberry.
McChrystal se disculpó ayer con todos
ellos y despidió a su jefe de prensa. "Expreso mi más sinceras
disculpas", afirma el general en un comunicado, "fue un error que
refleja un pobre juicio y que nunca se debería de haber producido".
El error, al parecer, está provocado por la decisión del responsable
de prensa de colaborar en el perfil de McChrystal que estaba
realizando un simple colaborador del que no existían referencias en
el Pentágono.
Pero, en realidad, ese asunto es
marginal. El problema de fondo es la tendencia de McChrystal a
expresar sus opiniones con plena libertad y saltándose las reglas de
comunicación establecidas entre los rangos del Ejército. McChrystal
fue ya reprendido por Obama el 1 de octubre, en una conversación
sostenida a bordo del Air Force One en Copenhague, donde el
presidente participó en la cumbre del clima, por su excesiva
insistencia en la demanda de refuerzos para Afganistán.
Obama, finalmente, le dio 30.000
soldados más y McChrystal comenzó a hacer progresos en la guerra,
pero nunca perdió su afición por el lenguaje franco sobre la marcha
de los acontecimientos. Ahora ha ido demasiado lejos. Gates calificó
ayer sus declaraciones como "un error significativo". Los
principales senadores republicanos y demócratas han considerado sus
palabras de "inapropiadas". Influyentes voces en Washington, en la
derecha y en la izquierda, reclaman al unísono su destitución.
No es una decisión sencilla para
Obama. Cuando fue nombrado, hace un año, se convirtió inmediatamente
en el símbolo de la nueva estrategia de Obama en Afganistán. Su
salida ahora podría interpretarse como el fracaso de esa estrategia,
como el tiro de gracia a un plan que ya de por sí está encontrando
considerables obstáculos en las últimas semanas.
Un informe reciente de Naciones
Unidas confirmaba que la violencia ha crecido en los últimos cuatro
meses y que también ha aumentado la capacidad de los insurgentes de
ocupar localidades dispersas en el sur y el sureste de Afganistán.
Las fuerzas de la OTAN no consiguen estabilizar por completo la
ciudad de Marja para permitir el restablecimiento de la autoridad
central y el propio McChrystal reconoció hace pocos días que la
ofensiva sobre Kandahar, que se esperaba para comienzos del verano,
tendrá que ser retrasada por algún tiempo.
Las cosas no marchan de acuerdo al
calendario previsto para permitir, como prometió Obama, que la
retirada empiece dentro un año. En este escenario, la sustitución de
McChrystal, además de un problema táctico representa un fuerte golpe
moral. En última instancia, siempre es posible encontrar a un
general bien cualificado para dirigir esa guerra. El actual número
dos de McChrystal, el general David Rodríguez, por ejemplo. Pero lo
que resulta más difícil es desterrar la imagen de división y
desesperanza que la salida de McChrystal provoca. Para hacerle
frente, Gates invocó ayer la necesidad de "seguir combatiendo con
unidad de propósito".

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